SEAN VERDADEROS OIDORES DE LA PALABRA DE DIOS
Por Charles Hegwood
Como padre, puedo decirte que hay una diferencia entre que tu hijo te oiga y que te escuche. Hay una diferencia entre que tu hijo reconozca que le hablaste y que entienda que lo que le dijiste requiere respuesta. Yo también he sido ese niño en algún momento de mi vida. En Lucas 8:1-21 Jesús le está diciendo a la multitud y a sus discípulos la diferencia entre oír y escuchar. Lucas le está diciendo a su lector que hay una diferencia entre reconocer que Jesús habló y entender que las palabras de Jesús requieren una respuesta. El que oye y hace lo que Jesús ordena es un verdadero seguidor de Jesús y está en la familia de Dios. Vemos el perfil de un verdadero discípulo ejemplificado en tres verdades que se encuentran en Lucas 8:1-21.
Oír la Palabra
Primero, un discípulo que entiende la Palabra de Dios crece y da fruto espiritual. Jesús contó la famosa parábola del sembrador que comienza en el versículo 4 y concluye en el versículo 8 con la frase: «El que tiene oídos para oír, oiga». Esa frase se convierte en la idea principal de esta sección. Los discípulos oyen, pero no entienden, por lo que piden una aclaración. Jesús les explica la parábola en detalle. Cuando Jesús concluye la parábola, nuevamente les dice que el que produce fruto es el que oye la Palabra de Dios y la retiene. Las palabras que Jesús habló y las lecciones que Jesús enseñó no debían entrar en un oído y salir por el otro. Sus palabras requieren respuesta. Una respuesta apropiada al evangelio es retenerlo, y al hacerlo dará fruto espiritual. Retén la Palabra de Dios.
La luz y la Palabra
La segunda verdad es que la persona que oye y entiende la Palabra de Dios recibe la bendición espiritual de conocer a Dios profundamente. Jesús entonces cuenta una parábola sobre una lámpara. Concluye esta parábola con la frase en el versículo 18: «Mirad, pues, cómo oís». Esto debería parecerle al lector un poco extraño. Después de todo, Jesús acaba de terminar de hablar de una lámpara. ¿No deberíamos tener cuidado con la forma en que vemos? Pero, de nuevo, Jesús está argumentando un punto temático. La lámpara representa la Palabra de Dios. Una lámpara no debe ocultarse, sino verse. Por lo tanto, la Palabra de Dios debe ser oída y recibida con cuidado. Así como no esconderíamos una luz, no rehuimos oír la Palabra de Dios. Ten cuidado en cómo recibes y percibes la Palabra de Dios. No te limites a leerla, o a oírla sin preocuparte por comprenderla. Si leemos y percibimos la Palabra de Dios, somos bendecidos espiritualmente. Entender la Palabra de Dios requiere intencionalidad. Al igual que si una lámpara deja de brillar o está oculta, entonces la oscuridad invade, si nos escondemos de la Palabra de Dios, no es sin consecuencias. Lo que teníamos nos es quitado. Perdemos la bendición espiritual. Nos alejamos de nuestro amoroso Dios. Así que, lee la Palabra de Dios con mucho cuidado y recibe más de la presencia de Dios y bendiciones espirituales.
La Palabra y la familia
La tercera verdad es que alguien que oye y hace lo que dice la Palabra de Dios, se convertirá en parte de la familia de Dios. Esta es, quizá, una de las verdades más impresionantes. Por medio de oír la Palabra, dar fruto y recibir más, nos volvemos parte de la familia de Dios. Después de todo, la Iglesia es en realidad la familia de Dios. Como seguidores de Jesús, somos hermanos y hermanas. En los versículos 19-21 tenemos lo que podría llamarse una parábola viviente. A diferencia de una parábola tradicional, lo que leemos en estos tres versículos realmente les sucedió a personas reales. Pero como una parábola, esta historia tiene un propósito. Lucas quiere que su lector sepa que al oír y hacer lo que Jesús enseñó nos convertimos en miembros de la familia.
Jesús está enseñando y de nuevo una gran multitud está escuchando. Su madre y sus hermanos vienen a verlo. El problema es que no pueden llegar a Él debido a la multitud. Mientras Jesús enseña, se entera de que su familia está ahí. Lo que Jesús dice es abrasivo al principio. Podría parecer un poco duro. Le dijo a la multitud: «Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la hacen». Esa no es la respuesta que esperaríamos. Jesús no solo dice: «Espérenme un minuto». En cambio, hace un llamamiento a la multitud. Dicho de otra manera: si oyen y hacen las palabras de Dios, entonces son mi familia. Esta es una parábola viviente y Jesús está declarando con franqueza que reconocer la Palabra de Dios no es suficiente. Tiene que haber una respuesta a ella. Santiago en su carta dijo lo mismo cuando habló de ser «hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores».
Al igual que cuando le digo a mi hija que haga algo, y espero que actúe de acuerdo con lo que le estoy diciendo. Pero el acto de hacer es una cuestión de amor, no de deber. Cuando actuamos sobre la Palabra de Dios no estamos obedeciendo por deber, sino por amor. Permíteme ser claro: actuar sobre la Palabra de Dios no es el boleto para entrar en la familia de Dios, sino una marca de alguien que está en la familia. Responder es una señal de amor. Dicho de otra manera: la familia de Dios oirá y hará lo que Dios dice. Para el discípulo que oye y hace: Estás en la familia de Dios. Y esta es una gran promesa que Jesús les ofrece a sus oyentes.
Conclusión
Lucas hilvana estas historias con el tema de oír en verdad. A partir del texto, las tres verdades mencionadas anteriormente se convierten en realidad. Cuando realmente oímos, entonces crecemos y producimos fruto. Cuando tenemos cuidado de escuchar, entender y admitir la Palabra de Dios, entonces recibimos bendiciones espirituales. Cuando entendemos y respondemos, entonces somos miembros de la familia de Dios. Así que no te limites a escuchar la Palabra. No te limites a leer la Biblia. En lugar de eso, aférrate a sus verdades, toma cuidado en comprenderla y en responder a ella. Al hacerlo, crecerás y serás bendecido espiritualmente como miembro de la familia de Dios.
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