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LAS SIETE SEÑALES DEL EVANGELIO DE JUAN

Autor: Patrick Krentz, Director Editorial de Foundations por ICM

¿Qué es la verdad? La pregunta de Pilato en Juan 18:38 revela la trágica ironía de un juez que ha sido designado para encontrar la verdad quien niega incluso la existencia de tal concepto. No obstante, la Verdad (con una V mayúscula) estaba delante de él en la carne, y él estaba ciego a ella. Sin embargo, Pilato no estaba esperando Su venida.

La nación de Israel se encontraba agobiada bajo el yugo de la ocupación romana y el aire en el país estaba cargado de expectativa por aquel que liberaría al pueblo de Dios de su opresor. Judíos celosos colgaban de cruces romanas en medio de Jerusalén por rehusarse a someterse a sus nuevos señores mientras esperaban la venida del Mesías.

Es en este ambiente que el Dios del universo entró como un hombre humilde, listo para presentar Su Evangelio a un pueblo más que maduro para la salvación. Estaban esperando con mucha atención Su venida y, sorprendentemente, Él apareció. Aquellos que presenciaron la llegada de Jesucristo tuvieron una oportunidad única. Jesús dijo:

Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen. Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.
— Mateo 13:16-17

El Evangelio de Juan

Pero algo verdaderamente trágico ocurrió cuando este hombre, Jesús, entró a escena entre los suyos. Juan 1:11 nos dice: «A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron». Así como el testimonio de Jesús a Pilato cayó en oídos sordos, Sus palabras de verdad murieron en los oídos de un pueblo que solo afirmaba anhelar Su venida.

Juan lamentó el hecho de que su propio pueblo no pudiera ver «aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre» (Juan 1:9), y que había venido al mundo para reunir a su pueblo para sí, un lamento reflejado cuando Jesús mismo clamó:

¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!
— Mateo 23:37

La aflicción de Juan por la falta de fe del pueblo de Dios es una característica importante de su Evangelio. Juan no quiere que nadie más se pierda la grandeza de la Verdad que vino a los Suyos. Él nos dice claramente al final de su Evangelio que fue escrito:

...para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre,
— Juan 20:31

Este es el propósito por el cual Juan escribió su Evangelio: que podamos creer donde otros fallaron. Por eso asentó para nosotros el ejemplo del rechazo judío del tan esperado Mesías, y por eso nos dio un registro de la horrible injusticia del juicio de Jesús ante Pilato donde la verdad no sería escuchada. Por esta razón, Juan nos da las Siete Señales como evidencia. Ahora, echemos un vistazo más de cerca a estas señales.

El propósito de las señales

¿Cuáles son estas señales, y por qué Juan las llama «señales»? Son demostraciones de quién es Jesús y oportunidades para que su pueblo crea o lo rechace. ¿Qué nos dice esto acerca del propósito de Juan al escribir su Evangelio? Se pueden identificar por lo menos tres propósitos en cuanto a lo que estas señales están haciendo en este texto:

1.  Enseñan algo acerca de la naturaleza de Cristo.

2.  Proporcionan oportunidades para que los testigos judíos crean.

3.  Dan testimonio del rechazo que sufrió el Mesías por parte de su pueblo.

Así pues, dado el papel de las señales en el Evangelio de Juan, podríamos preguntarnos legítimamente en qué se diferencian de tantos otros milagros registrados en los otros evangelios. Hay muchas grandes diferencias, así como similitudes, entre las «señales» específicas y los milagros más comunes de Cristo. Una «señal» no es esencialmente un acto milagroso, aunque puede ser milagrosa. Una «señal» es un acto significativo que, cuando se entiende de la manera correcta, simboliza las realidades eternas que prueban la identidad de Jesús. Es decir, una señal podría no ser necesariamente un milagro, pero debe apuntar a alguna verdad eterna más allá de sí.

En relación con este último punto, hay cierto debate. Muchos eruditos equiparan el uso de la palabra griega σημεῖον con la palabra ‘milagro’. Como veremos, hay siete señales, y seis de ellas están incluidas de manera unánime en la lista. Las opiniones divergentes con respecto al nombre de las señales lleva al desacuerdo sobre lo que la señal final debería ser. Por lo tanto, consideremos lo que hace que algo sea una señal.

¿Qué hace que una señal sea una señal?

Las señales tienen ciertos «criterios» que deben cumplir para que puedan ser consideradas señales, y están relacionados con los propósitos ya mencionados.

1.  Cada señal debe subrayar alguna verdad eterna con respecto a la identidad de Cristo.

2.  Cada señal debe ser realizada en presencia de los discípulos de Jesús.

3.  Cada señal también debe realizarse en presencia de una audiencia judía.

Jesús realizó muchos milagros, pero no todos fueron señales. Juan incluye cada una de estas siete señales por una razón específica. Cada una de las señales, subraya un aspecto diferente de la identidad de Cristo y sirve para enseñar tanto a los discípulos como ahora al lector moderno acerca de quién es realmente Jesucristo. Tome en cuenta que ninguno de estos requisitos menciona que debe ser de naturaleza milagrosa.

Las siete señales

Entonces, ¿cuáles son las siete señales incluidas en el Evangelio de Juan? Las siete provienen de la primera mitad del libro, entre los capítulos 2 y 11.

1.  Jesús convierte el agua en vino (2:1-11).

2.  La purificación del templo (2:13-22).

3.  Jesús sana al hijo de un noble (4:46-54).

4.  Jesús sana a un paralítico (5:1-15).

5.  Alimentación de los cinco mil (6:1-15).

6.  Jesús sana a un ciego de nacimiento (9:1-41).

7.  Resurrección de Lázaro (11:1-44).

Cada una de estas merece su propio artículo que muestre con exactitud cómo cada una cumple su propósito como señal, pero eso tendrá que esperar para otro momento. Ahora, tomemos un tiempo para leer cada uno de estos pasajes con una nueva perspectiva.

La señal que se destaca entre el resto es la número 2: la purificación del templo. No hay ningún milagro involucrado; sin embargo, cumple con todos los criterios. Demuestra que Jesús es el Templo supremo, el Santo de Israel. La señal que se incluye más comúnmente en la lista en su lugar es «Jesús anda sobre el mar». No obstante, si bien es un evento milagroso significativo, no cumple con los criterios de una señal, ya que no hubo audiencia aparte de los discípulos. Para una lectura más amplia, Andreas Köstenberger hace un excelente trabajo al explicar por qué esta distinción es importante.

Conclusión

Este blog comenzó con la famosa pregunta: «¿Qué es la verdad?». Jesucristo es la Verdad, responde Juan. A través de una multitud de señales y evidencias, Jesús demostró ser la Verdad. Esa fue una de las razones más importantes para la encarnación: por medio de que el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, Dios se estaba revelando a Su creación como nunca antes. Sorprendentemente, casi todos con los que Jesús se encontró se negaron a aceptar la verdad de Dios, a pesar de que se les presentó exactamente el tipo de evidencia que necesitarían para creer. Estas señales son testimonio de la fidelidad de Dios y de la infidelidad humana.