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PROFUNDIZANDO: LA PRIMERA IGLESIA EN HECHOS 2

Por Andrew Sargent, Ph. D., colaborador de Fundamentos de ICM

Me encanta descubrir capas más profundas de significado en libros y películas que lo que sobresale en la superficie. Me emociona cuando, después de haber leído o visto algo en un nivel, descubro después de una mayor meditación personal o discusión con otros la verdadera profundidad de la obra. De las muchas cosas que me encantan de las Escrituras, una es su capacidad para demostrar una intención más profunda de lo que mi mente y mi corazón en constante expansión pueden comprender.

En este sentido, permíteme decir que Hechos 2 es una maravilla de citas y alusiones al Antiguo Testamento. Su sutileza para introducir todo el peso teológico de los escritos sagrados de Israel y entretejer el evento de Pentecostés en la historia sagrada de Israel es —subestimándolo en extremo— magistral. Aunque mil páginas apenas podrían explicar todo, aquí, me gustaría proporcionar solo una probada sobre el papel dado a las esperanzas de Isaías 59 en la narrativa de Pentecostés.

De una sociedad corrupta a una comunidad llena del Espíritu

Isaías 59 comienza con una diatriba sobre la corrupción general de la sociedad humana y la capacidad del hombre para escapar de su propia depravación lo suficiente como para crear un mundo próspero. Esto afecta tanto a los israelitas como a los gentiles y tiene un papel clave en el resumen de Pablo acerca de la corrupción mundial en Romanos 3. En el versículo 16, Yahvé determina traer tanto justicia como salvación. Él promete venir al hombre mismo y plantar una comunidad redimida y transformada por el Espíritu en el mundo. Su venida se describe en el versículo 19 como un glorioso «torrente caudaloso» (NVI) que induce al temor, impulsado por el Espíritu de Yahvé. Este Espíritu está tanto sobre ellos como en ellos desbordando en un discurso profético a medida que las familias y comunidades llenas del espíritu continúan expandiéndose en el mundo.

En Hechos 2, la historia no comienza de manera neutral, sino con oscuridad, con un Mesías asesinado. La gente y los líderes religiosos y los gentiles lo asediaron por causa de Su justicia y continuaron rechazándolo a través de Sus seguidores. En esto viene el Espíritu de Dios, que sonó como un viento recio que soplaba, con fuego santo sobre ellos y el habla divina que fluye a través de ellos. Se precipitan a las calles donde los que escuchan el sonido son testigos de la maravilla de su salida del aposento alto.

Pentecostés

En este día de Pentecostés —la celebración histórica de la venida de la Torá, la creación de Israel, las poderosas obras de Dios y el envío de David—, los testigos escuchan a los discípulos de Jesús declarar las poderosas obras de Dios a los judíos reunidos quienes representan a las naciones. Pedro se levanta y da un mensaje inspirado por el Espíritu sobre la resurrección del hijo rechazado de David, y llama a los que están bajo la convicción del Espíritu a arrepentirse y a clamar a Dios. Además de varias otras alusiones a Isaías 59 ya señaladas, Pedro sigue su llamado al arrepentimiento con un compuesto de Isaías 59:21, Isaías 57:19 y Joel 2:38 en Hechos 2:39.

Dice: «Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare». Miles responden y se unen a estos creyentes en la creación de la Iglesia de Jesús, quien es el Cristo.

No obstante, este no es el final. El crescendo de Hechos 2 no es con el poder que viene ni con el discurso profético. No es con predicación inspirada, apologética o evangelismo. No es con un llamado masivo al altar o con una Iglesia multitudinaria. El crescendo de Hechos 2 se encuentra en Hechos 2:41-47 en el establecimiento de una comunidad de amor y devoción que se destaca como una luz milagrosa en la gran oscuridad humana a su alrededor.

Los resúmenes de lo que está sucediendo con la comunidad como el de Hechos 2 tienen un papel importante en el desarrollo de Hechos.

La primera Iglesia

En Hechos 1:14, tenemos una descripción temprana de los once con sus seguidores, unánimes, dedicados a la oración… tanto hombres como mujeres: la familia de Jesús. Vemos que se rellena el hueco dejado en las filas de los apóstoles en Hechos 1:15-26, que es una restauración tipológica de Israel.

Tres mil personas se añaden en Pentecostés (Hechos 2:41), los cuales perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones, experimentando muchas maravillas y señales con temor divino, compartiendo libremente las cosas entre sí, adorando en el templo, siendo bien recibidos por la comunidad y creciendo diariamente en número (Hechos 2:42-47).

Al final de Hechos 4:4, otros cinco mil se añaden por causa del incidente con el hombre cojo. Escuchamos sobre la unidad de la comunidad al compartir todas las cosas (al mismo tiempo de defender los derechos de propiedad que son un fundamento social importante en toda la Escritura). Escuchamos sobre el gran poder que obraba en ellos cuando predicaban en Hechos 4:32-37.

Ananías y Safira caen muertos delante de Dios causando gran temor en la comunidad mientras siguen adelante las señales y las maravillas. Continúan como uno solo. Se añaden muchos hombres y mujeres, pero otros, aunque los admiran, mantienen su distancia (Hechos 5:11-14). En Hechos 5:42, se reúnen diariamente en el templo y en las casas.

Crecimiento de la comunidad guiada por el Espíritu

Con la conversión de Pablo, la Iglesia entra en un período de paz en toda Judea, Galilea y Samaria, durante el cual fue edificada, anduvo en el temor de Dios, fue fortalecida por el Espíritu Santo y se multiplicó (Hechos 9:31). Después de que Pedro les habla a los gentiles y ellos vienen a la fe, algunos de los dispersos también comienzan a hablarles a los gentiles, y un gran número se vuelve al Señor (Hechos 11:21). En Hechos 11:24: «... una gran multitud fue agregada al Señor». En Hechos 12:24: «La palabra del Señor crecía y se multiplicaba».

Pablo y Bernabé les proclaman la misión del Siervo de Isaías en Hechos 13:43-49 cuando se vuelven de la sinagoga en Perge a los gentiles allí diciendo: «Creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna» (Hechos 13:48), y: «La palabra del Señor se difundía por toda aquella provincia» (Hechos 13:49). En Hechos 16:5: «Aumentaban en número cada día». En Hechos 19:20, la palabra del Señor crecía y prevalecía poderosamente. En todo momento, encontramos oración 21 veces, adoración 7 veces, compañerismo y partimiento del pan 5 veces.

Esta descripción contrastaba constantemente con la oscuridad que los rodeaba. En Hechos 13:47, Pablo y Bernabé citan Isaías 42. Por lo tanto, el contexto de la luz de la Iglesia es la oscuridad de los judíos y de los gentiles, humildes y grandes.

La belleza de lo rutinario

¿Qué significa todo esto para nosotros?

Si bien es anecdótico, mi experiencia en escuelas e iglesias me ha convencido de que, al igual que la comunidad corintia, muchos tienen una tendencia a medir la espiritualidad por manifestaciones de aspecto «espiritual» (cuanto más extrañas, mejor) y a ignorar la medida más significativa del fruto del Espíritu en la comunidad.

La idea de que la venida del Espíritu en Hechos 2 culmina en lo «rutinario», visto como poco común, debería ser un punto de evaluación para nosotros. Las señales celestiales, el fuego, las lenguas, la exuberancia, la proclamación audaz, los milagros y los «llamados al altar» masivos, encuentran su fin intencional en una comunidad caracterizada por su devoción a Dios y a los demás. Nos entusiasma y buscamos vigorosamente Hechos 2:2-41, pero poco nos detenemos por nuestro fracaso en producir Hechos 2:42-47.

Muchos otros han renunciado a todo el paradigma, contentándose con poco más que una reflexión doctrinal sobre el poder transformador del Espíritu en la vida y en la comunidad. No seas uno de ellos. Clama a Dios por su poder transformador en tu vida y por el fruto relacional y social que debería traer.


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