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ORAR COMO ENSEÑÓ JESÚS

Por Charles Hegwood

Recuerdo haber visitado un templo en Okinawa y haber visto a la gente rezar a los ídolos. Había incluso un cartel que indicaba "cómo orar". Era fascinante ver a la gente inclinarse la cantidad correcta de veces, aplaudir y luego terminar la oración con una reverencia más. Las reverencias y los rituales eran todos para que la gente pudiera ser escuchada por una estatua fría. Esto me hizo reflexionar sobre el llamado bíblico a la oración. Cuando oramos, no nos acercamos a una estatua fría, sino a un Dios vivo y amoroso. Dios desea pasar tiempo con nosotros. Lo creas o no, Jesús instruyó a sus seguidores sobre cómo orar. A diferencia del cartel, las instrucciones de Jesús eran más simples y auténticas. En el contexto del Sermón del Monte, Jesús enseñó a su pueblo a orar como ciudadanos del cielo. Jesús anhela que oremos con un corazón puro buscando tiempo con el Padre.

Orar al Padre

Mateo 6:5-6 es uno de esos pasajes que a menudo se malinterpreta. Jesús parece estar diciendo a sus discípulos que oren solamente en un lugar secreto. ¿Qué significa esto para la oración colectiva? ¿Debe la iglesia orar junta? Debemos leer este pasaje en el contexto de toda la Escritura y observar el significado de las palabras de Jesús a su audiencia. Se puede orar como iglesia; de hecho, se debe hacer. Jesús no está en contra de la oración pública, sino de la oración hipócrita. Los hipócritas mencionados en estos versículos oraban para ser vistos e impresionaran a otros. No estaban orando al Padre en absoluto. Querían que la gente los percibiera como santos. Por eso Jesús emplea la hipérbole. Jesús quiso decir que cuando ores en público, asegúrate de estar orando al Padre y no buscando la admiración de quienes te escuchan.

Este versículo me ha desafiado cuando oro al final de un sermón. A veces quiero que mis oraciones concluyan bien el sermón y mantengan las emociones del momento. Sin embargo, aunque eso puede ser algo bueno, debemos cuestionarnos: ¿esas oraciones buscan al Padre o están dirigidas a la gente? Siempre que oro en público, mi objetivo debe ser conectarme con Dios, no continuar las emociones del mensaje. Nuestras oraciones deben provenir de un corazón que busca encontrarse con nuestro Padre Celestial por encima de cualquier otro motivo. Antes de orar en público, asegúrese de que realmente está orando al Padre. Este es el corazón de un discípulo.

Orando con muchas palabras

Jesús también nos advierte que no debemos orar con muchas palabras lisonjeras y vacías. Las naciones que rodeaban a Israel en ese tiempo tenían una manera específica de orar. Balbuceaban y repetían frases hasta entrar en un frenesí emocional. Si repites ciertas frases de determinadas maneras, psicológicamente puedes inducir una respuesta emocional. Sin embargo, eso no es oración. Quienes usaban frases vacías no estaban orando, sino manipulando emociones y tratando de controlar a sus dioses. Jesús enseñó que con Dios no necesitamos muchas palabras para ser escuchados.

Esto debe ser un alivio para nosotros. No tenemos que acercarnos a Dios esperando que nos escuche por la cantidad de palabras que usemos. En el versículo 7, estas personas pensaban que Dios las escucharía por sus muchas palabras. Esta actitud refleja una oración egocéntrica: "Si uso ciertas palabras, puedo hacer que Dios responda mi oración". Esta actitud pone a Dios bajo nuestro control. Jesús declaró que esa oración es una afrenta a Dios. No necesitamos impresionar a Dios para que nos escuche ni manipularlo para que responda. Él anhela que nos encontremos con él usando nuestras propias palabras. Acérquense a él con un corazón humilde y palabras auténticas. Dejen atras los halagos innecesarios; no los necesitan.

¿Cómo orar entonces?

Hemos visto dos maneras de no orar: para exhibir y con frases vacías. Ahora veamos el modelo que Jesús nos dio para seguir. Este modelo a menudo se llama el Padre Nuestro. Observe las primeras palabras del versículo 9. No nos estamos acercando a una deidad distante, sino que hablamos con nuestro Padre. Este concepto de Dios como Padre fue revolucionario para la audiencia de Jesús. Hoy también necesitamos recordar la profundidad de llamar a Dios, "Padre".

A medida que Jesús continua, vemos que nuestras oraciones deben centrarse en el Reino, pidiendo provisiones para cumplir la misión y buscando perdón. Queremos que nuestros vecindarios y comunidades cambien, pero esto no sucederá si nuestras oraciones son egocéntricas. Oremos por el Reino de Dios en nuestros vecindarios. Jesús también nos anima a orar por lo necesario para llevar a cabo la misión de Dios: el pan de cada día. Finalmente, debemos orar por el perdón de nuestros pecados y responder a la gracia de Dios extendiendo el perdón a los demás.

Mientras reflexionamos sobre estas verdades, usemos algunas preguntas para guiar nuestras oraciones. ¿Estamos orando por el crecimiento del Reino o por nuestra comodidad? ¿Oramos por provisiones para la misión o por nuestros placeres? ¿Estamos orando con la gracia de Dios en mente?

¿Por qué oramos?

En el versículo 8, Jesús nos recuerda que Dios ya sabe lo que necesitamos antes de pedirlo. Entonces, ¿por qué orar? Oramos porque la oración se trata de tener comunón con el Padre. Dios no necesita que oremos, pero desea que lo conozcamos y estemos con él. Por eso, orar para impresionar o manipular es ofensivo para él.

No necesitamos un cartel que diga "cómo orar" porque Jesús ya nos enseñó que la oración es acercarse a Dios con un corazón humilde y deseoso de encontrarse con él. No se requiere ningún ritual. El modelo de oración de Jesús en los versículos 9-13 refleja un corazón humilde. Que nuestras oraciones estén llenas de amor y adoración al Padre, libres de preocupaciones sobre lo que otros piensen. Acerquémonos al Padre con humildad, buscando tiempo con él ya sea en público o en privado.


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Michelle Cruz