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¿QUÉ ES EL PECADO?

Por Jonathan Pruitt, Ph. D.,colaborador de Fundamentos de ICM

Tiene sentido que muchas personas se pregunten: «¿Qué es el pecado?». Primero, es incómodo hablar del pecado. Escuchar la palabra pecado puede provocar sentimientos de culpa, vergüenza o incluso enojo. En segundo lugar, muchas personas pueden sentir que el pecado es un concepto anticuado. Algunos pueden pensar que pecar es simplemente violar alguna regla religiosa arbitraria y, por lo tanto, realmente no necesitamos darle demasiada importancia. Insistir en que el pecado es relevante e importante puede parecer presuntuoso o ingenuo. Sin embargo, desde la perspectiva cristiana, el pecado es una idea que importa mucho y necesita ser entendida. Es una idea central en el relato cristiano, es el problema fundamental que necesita ser resuelto. Después de todo, Jesús vino a salvarnos de nuestro pecado.

Para entender lo que es el pecado, primero tenemos que ver que hay una manera en que el mundo debe ser y que hay una manera en que debemos ser como seres humanos. Dios creó el mundo con un cierto propósito en mente y también nos creó a nosotros con un cierto propósito. Ese propósito nunca ha cambiado. Jesús nos ayuda a entender cuál es ese propósito cuando nos da los mandamientos más grandes. Debemos amar a Dios con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerza, y debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Marcos 12:29-31).

Definición de pecado

Aquí hay una manera sencilla de entender lo que es el pecado. Cada vez que fallamos en vivir de acuerdo con el propósito de Dios para nosotros, entonces pecamos. Una palabra hebrea traducida como pecado es khata y literalmente significa «errar el blanco». Hamartia es una palabra a menudo traducida como pecado en el Nuevo Testamento y se refiere a un «acto contrario a la voluntad y a la ley de Dios» (Louw Nida).

 

La Biblia usa una serie de metáforas para describir el pecado. El pecado se describe como un peso que nos mantiene alejados de Dios y que evita que disfrutemos las bendiciones de Dios (Hebreos 12:1). El pecado es una atadura que hace que nuestra fuerza fracase (Lamentaciones 1:14). El pecado es como una enfermedad que necesita ser sanada (Oseas 7:1). El pecado es una deuda que no podemos pagar. Nuestro pecado resulta en destrucción: «La paga del pecado es muerte» (Romanos 6:23). El pecado también es a veces personificado como si tuviera el poder de atraernos y enredarnos (Romanos 7:17).

Consecuencias del pecado

Como podemos ver, las consecuencias del pecado son graves. La Biblia nos dice que una vida de pecado es en última instancia una vida de sufrimiento, derrota y muerte. Algunos podrían pensar que el pecado tiene este poder porque es literalmente algún tipo de fuerza. Y la Biblia a veces habla del pecado como si fuera una fuerza (cf. Romanos 7), pero eso es probablemente solo una metáfora. El pecado no tiene ningún poder propio. Más bien, el pecado es solo el nombre que la Biblia les da a aquellos actos que no se alinean con la voluntad y las intenciones de Dios para nosotros. Pecar es rebelarse contra nuestro Creador.

 

Pero eso plantea una pregunta difícil. Si el pecado no tiene ningún poder por sí mismo, entonces ¿por qué produce todos estos efectos negativos? Hay dos razones para esto. Primero, cuando pecamos, hacemos lo que no fuimos diseñados para hacer. Cuando actuamos de manera contraria a nuestro diseño, nos hace infelices. Es como si un ave decidiera vivir como un gusano. Las aves no están hechas para vivir como gusanos; ese no es su propósito. Sus alas no serán de mucha utilidad para excavar y su pico no servirá para comer la dieta de un gusano. Así que, el ave será infeliz porque esa es la consecuencia natural de ir en contra de su diseño.

 

Dios nos creó para amarlo y amarnos unos a otros. Cuando no hacemos eso, somos como el pájaro que vive como un gusano. Estaremos frustrados y sufriremos; seremos infelices. El pecado nos separa de un Dios santo. Apartados de Dios, no podemos ser felices. Eso tiene sentido si amar a Dios es nuestro propósito. Amarlo es la única forma en que realmente podemos prosperar como seres humanos. Sin la ayuda de Dios: «Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino» (Isaías 53:6). A veces, pecar puede llevar a un placer momentáneo, pero inevitablemente resultará en una vida vacía al final.

El juicio del pecado

En segundo lugar, la Biblia dice que Dios castiga el pecado. El pecado va en contra de nuestro diseño como portadores de la imagen de Dios, pero también viola la ley de Dios. Como Dios de justicia, Dios debe castigar las violaciones a la ley. Dios es perfectamente justo y hace cumplir una ley perfecta. No es como un juez humano falible que administra una ley humana a menudo rota y torcida. Puesto que la ley de Dios es «perfecta» y puesto que sus testimonios son «muy firmes», las transgresiones son terriblemente graves (Salmos 145:7). Un juez justo no puede simplemente pasar por alto las infracciones de una ley perfecta. Así que Dios, con toda justicia, castiga el pecado. Salmos 145:20 dice que Dios «destruirá» a todos los malvados. Jesús lo reafirma en el Nuevo Testamento. Jesús dice que los pecadores serán echados «al infierno, donde [...] el fuego nunca se apaga» (Marcos 9:47-48). Esta es otra forma en que el pecado nos separa de Dios.

 

Esas son malas noticias. Son especialmente malas noticias cuando nos enteramos de que la Biblia enseña que todos somos pecadores: «No hay justo, ni aun uno» (Romanos 3:9-11). Todos hemos pecado y ninguno puede escapar de la justicia del Dios omnisciente. Y si nos negamos a amar a Dios, entonces el resultado inevitable es que nos volvemos huecos y vacíos. Dios es la única fuente de vida, y cuando pecamos, nos separamos de eso.

Las buenas noticias

Pero hay una razón por la que se dice que la venida de Jesús son «buenas nuevas». Jesús, como plenamente Dios y plenamente hombre, vivió una vida sin pecado, y su muerte satisfizo la justicia de Dios. Gracias a Jesús, Dios puede perdonar nuestros pecados y aun así ser un Dios de justicia. Y Jesús restaura la conexión rota entre Dios y el hombre para que tengamos vida, y la tengamos en abundancia (Juan 10:10). A través de la obra de Jesús y del poder del Espíritu Santo, podemos amar a Dios como debemos. Podemos vivir la vida que estábamos destinados a vivir.


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