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JESÚS Y LA COMIDA

Por Patrick Krentz, Th. M., Director Editorial de Fundamentos de ICM

¿Alguna vez has notado cuánto tiempo pasa Jesucristo comiendo y bebiendo con Sus amigos en los Evangelios? Muchos de Sus milagros más famosos giran en torno a la comida, e incluso cuando no está haciendo milagros, a menudo asiste a fiestas, come o alimenta a la gente. ¿Qué podemos aprender de estos encuentros, sean cotidianos o milagrosos? Aquí hay tres verdades simples que aprendemos de esta investigación:

  1. Jesús se preocupa por nuestras necesidades físicas, y Él tenía Sus propias necesidades.

  2. Jesús usó la comida para enseñar verdades espirituales.

  3. Jesús le daba mucha importancia a las relaciones, a menudo a través de una comida compartida.

Quizá no sean revelaciones revolucionarias y alucinantes, pero si meditas en ellas, podrás ver lo importantes que son.

La comida y la necesidad física

No hay nada más básico para la vida que la necesidad de comer y beber. Incluso en el nivel más simple, podemos entender por qué Jesús pasó una gran parte de Su tiempo alrededor de la comida. Pero ¿qué dice esto acerca de Jesús? No hay necesidad de pensarlo demasiado, esto nos dice simplemente que Él era humano. Tenía necesidades al igual que el resto de nosotros. Necesitaba, e incluso disfrutaba, la comida.

Si bien gran parte del ministerio de Jesús nos muestra que Jesús era, de hecho, completamente Dios, el que tuviera hambre confirma que Su cuerpo funcionaba igual que el de cualquier otro hombre. Pero no vemos que a Jesús le sirvan una porción de rey como claramente se merecía. En cambio, a menudo vemos a Jesús sirviendo la comida. En varias ocasiones, incluso, alimenta a multitudes de personas.

Así que, también nos damos cuenta de que Jesús se preocupa por las necesidades físicas de los demás. Es humilde y compasivo, no está por encima de las preocupaciones comunes de la gente normal. Podríamos haber esperado que el líder espiritual más grande de todos los tiempos hubiera pasado Su vida meditando en una torre, separado de la inmundicia y la suciedad del mundo. En cambio, tenemos al Dios que se presentó, quien se convirtió en uno de nosotros, y no solo en apariencia. Él se preocupa por nosotros porque nos ama y porque es capaz de compadecerse de nuestras debilidades, como leemos en Hebreos 4:15.

Alimento espiritual

Si bien Jesús se preocupa por las necesidades físicas de aquellos a quienes ama, claramente prioriza las necesidades espirituales. Así que, mientras lo vemos alimentando multitudes, también lo vemos ayunar en muchas ocasiones. Considera el ejemplo más obvio de Su ayuno en el desierto cuando no comió nada en absoluto durante cuarenta días. O la ocasión en Juan 4:33-34 cuando Sus discípulos estaban preocupados porque Jesús tenía hambre, y se preguntaron: «¿Le habrá traído alguien de comer?». Jesús les dijo: «Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra».

Aún así, Jesús era un maestro experto, y regularmente usaba imaginería de alimentos en Sus sermones. En Juan 6:35, Jesús se llamó a sí mismo el pan de vida. «El que a mí viene, nunca tendrá hambre —dijo—; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás». Al decir esto, Jesús se refirió al tiempo en que Dios milagrosamente proveyó pan del Cielo para mantener vivos a los israelitas errantes en el desierto. Él es el verdadero pan que desciende del Cielo para dar vida.

Cuando Jesús estableció el nuevo pacto, nos dio las señales del pacto, que son el pan y el vino. Estas son Su cuerpo y Su sangre, como nos dice en Lucas 22:19-20. Una y otra vez, Jesús usó los elementos más básicos de la vida, la comida y la bebida, para enseñar las verdades más profundas.

Comida y relaciones

Quizá una de las mejores razones por las que vemos a Jesús tan involucrado con la comida es que Él estaba muy involucrado con la gente. Las relaciones eran Su prioridad. A medida que pasaba tiempo con la gente, descubrió que sus necesidades con frecuencia se centraban en la comida y la bebida. Considera el primer milagro registrado de Jesús, cuando convirtió el agua en vino. Jesús no realizó este milagro para sorprender a las multitudes. Lo hizo por amor a Su madre y por Su relación con la familia de la boda.

A lo largo de los Evangelios, Jesús come con la gente para establecer una relación con ellos. En Marcos 2, encontramos a Jesús comiendo con varios recaudadores de impuestos y pecadores. No es que a Jesús le gustaran las fiestas; Él quería conectarse con los que más lo necesitaban. Del mismo modo, en Lucas 7 come con varios fariseos. Y, por supuesto, en Lucas 22, Jesús prepara la Última Cena y comparte la comida con los doce justo antes de Su crucifixión. Él hace esto para pasar tiempo con ellos, conversar con ellos, conocerlos y dejar que lo conozcan. Es el corazón mismo de la relación, y Jesús encuentra muchas oportunidades para conectarse con las personas que ama mientras está sentado alrededor de una mesa.

Conclusión

Jesús no era simplemente un hombre, sino que era completamente humano. Vemos esto claramente en Su relación con la comida. Tuvo hambre en muchas ocasiones, por lo que comprende nuestras necesidades físicas. Pero Jesús también sabía que tales necesidades son temporales, mientras que lo espiritual es eterno. Entonces, como maestro experto, usó lo físico (lo temporal) para enseñar verdades eternas. Y, por supuesto, desarrolló relaciones con Sus amigos, con Sus discípulos e incluso con Sus enemigos mientras compartían una comida. La relación de Jesús con la comida no era complicada; de hecho, era bastante típica. Pero lo que podemos aprender de Sus interacciones con algo tan común es verdaderamente profundo.