¿ES NECESARIA LA FE EN LA RESURRECIÓN DE JESÚS PARA LA SALVACIÓN?
Por Jon Slenker
La Escritura es clara en que uno puede creer que Jesús de Nazaret fue el Cristo encarnado, que su muerte fue un sustituto del pecado y que fue sepultado, pero si niega la resurrección, la salvación se pierde. La nueva vida de la que Jesús fue ejemplo para los cientos de seguidores, familiares y amigos es una representación de la vida real del corazón misional de Dios.
La resurrección y la totalidad de la persona y de la obra de Cristo solo tienen peso si la Pascua fue un evento histórico real. Sin la resurrección, Jesús se convierte en otro personaje más en el desfile de profetas, hombres buenos o matones. De hecho, si la resurrección fue simplemente una farsa, alucinaciones o el trabajo engañoso de sus seguidores o captores; el nacimiento, la vida, las enseñanzas y las afirmaciones divinas de Jesús caen en medio de ese fundamento desmoronado. Peor aún, la muerte de Jesús en un árbol maldito fue en vano y somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres. Dicho de otra manera, la resurrección de Jesús valida todas sus palabras y obras que la preceden.
Si la resurrección es verdadera, entonces las afirmaciones de Jesús son verdaderas. Jesús afirmó repetidamente en formas muy hebreas que él era de hecho YHWH y Salvador, uno con el Padre y que «nadie viene al Padre, sino por mí» (Juan 14:6). Si la resurrección de Jesús afirma su naturaleza y sus afirmaciones divinas, también debe afirmar su concepción inmaculada, su vida sin pecado, sus enseñanzas y su misión. Todo lo que Jesús de Nazaret hizo en la carne fue por tanto hecho por Dios para su propósito cósmico divino a través de y para quien somos y son todas las cosas (1 Corintios 8:6). Él tiene que ser el Mesías de las Escrituras judías que completa la obra que Dios comenzó y prometió hace mucho tiempo (Génesis 3:15; Filipenses 1:6).
La resurrección es central para la misión de Dios
Esta obra de Dios se conoce como la missio Dei: Dios, en la misión de reconciliar a su pueblo consigo mismo por medio de proporcionar la salvación a través del cordero inmaculado prometido que aplastaría la cabeza de la serpiente de una vez por todas, la cual lo heriría en el calcañar (Génesis 3:15). La resurrección solo es necesaria si la salvación lo es. La brillante y colorida Pascua solo se entiende a la luz de su sombrío telón de fondo. Dios creó al hombre para que existiera y prosperara en perfecta armonía y comunidad con Él, con los demás y con toda la creación. ¿No se denuncia lo contrario como un lamento en toda la historia y la humanidad hasta el día de hoy? Porque el pecado del hombre lo separó de un Dios santo. El estado del hombre ahora es el de un inquilino que constantemente se queda corto para pagarle a su casero llamado Muerte. El alquiler vencía al nacer. Nuestro aviso explica que somos esclavos de nuestro casero, destinados a la condenación eterna, a la separación de Dios y de todo lo que es correcto y bueno para siempre porque nuestra propensión es solo al egoísmo y al pecado. El popular pastor histórico Charles Spurgeon dijo en efecto que solo podemos entender cuán buenas son las buenas noticias una vez que vemos la trágica realidad de las oscuras y retorcidas malas noticias.
Era preciso que Jesús de Nazaret viniera para entrar en este mundo como el Creador, el Rey Cósmico y el Cristo encarnado. Nació del Espíritu, vivió una vida sin pecado, murió en la cruz en nuestro lugar y resucitó derrotando a la muerte. Jesús nos reconcilia con Dios, restaura nuestra comunidad y la relación correcta con Dios. La resurrección de Cristo no solo paga la renta vencida. Además, Él es el: «Que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades» (Apocalipsis 1:18). Traslada al hombre de una cabaña depravada a la mansión de su Padre donde Jesús ha preparado un lugar para él. La fe en este Cristo y en Su resurrección es necesaria para la validación de la vida de Jesús y la obra misional de reconciliar a los pródigos con su Padre.
Lo que la resurrección significa hoy
La resurrección es mucho más que una demostración milagrosa del poder ilimitado de Dios. Lleva consigo implicaciones y promesas muy tangibles. Si la resurrección de Jesús no hubiera ocurrido, no habríamos nacido de nuevo. Pedro comienza su carta a la Iglesia recordándoles la gran alegría y esperanza que tienen en Dios a través de la resurrección: «Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos» (1 Pedro 1:3). No solo somos renacidos en espíritu, sino que se nos promete una nueva vida resucitada con nuevos cuerpos celestiales. La esperanza del cristiano es que seremos capaces de estar en comunión con nuestro Padre, con nuestro Salvador y con el Espíritu Santo en perfecta unidad y paz para siempre.
El poder de Jesús para resucitar de entre los muertos
Está registrado que Jesús levantó a tres personas de entre los muertos antes de que Él mismo fuera resucitado. Al hijo de la viuda de Naín en Lucas 7, a la hija de Jairo en Lucas 8 y a Lázaro en Juan 11. El Señor visitó a María y a Marta cuando murió su buen amigo Lázaro. Jesús había realizado muchas sanidades y milagros, pero traer a varias personas de vuelta a la vida parece superarlas a todas. Eso es hasta su resurrección, la cual proporcionó la prueba de un cuerpo restaurado, resucitado y celestial (1 Corintios 15:35-58). La eternidad con Dios solo es accesible a través de la fe en lo que ya se ha logrado. Jesús es el camino, la verdad, la vida, la resurrección y la esperanza (Juan 14:6; Juan 11:25).
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