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UNA VIDA BASADA EN LA GRACIA

Por Rachel Kidd

¿Qué es la gracia?

 Gracia es una palabra que a menudo aparece en los textos cristianos y en la música de adoración; una palabra que impregna las Escrituras con mucha profundidad. Creo que también es una palabra que se usa con tanta frecuencia que su significado pierde brillo. A menudo pensamos en la gracia como un favor injustificado e inmerecido. 

Entonces, ¿qué es la gracia en toda su gloria prevista por Dios? 

La gracia es un regalo generoso, inesperado e inmerecido que Dios nos da gratuitamente. 

Versículos sobre la gracia

Estos versículos exploran la definición bíblica y el concepto de gracia con mayor plenitud y nos ayudarán a comprender el contexto más amplio a través del cual la gracia de Dios es dada. 

Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.
— Efesios 2:8-9

Aquí en Efesios, Pablo describe la gracia no solo como el favor de Dios sobre los que han pecado, sino también como un poder. Vemos la gracia de Dios no solo como la oferta de salvación, sino también como el medio a través del cual se asegura la salvación. 

Pablo también usó salvos en este contexto, refiriéndose a la liberación del juicio eterno. La frase «por gracia sois salvos» se repite en Efesios 2:5 para enfatizarla. El griego para «sois salvos» es sesōsmenoi, que se traduce como ‘correctamente, liberar del peligro y poner a salvo; usado principalmente para describir a Dios rescatando a los creyentes de la pena [de muerte]’. 

Del mismo modo, la fe se usa aquí como un acto de confianza en Dios y dependencia de Él. El pronombre griego es neutro, mientras que gracia y fe son femeninos. El énfasis en el esto o en el acto de salvación por gracia y a través de la fe, genera énfasis en quién está realizando la acción. No es algo que podamos hacer solos, sino que solo puede ser logrado por Dios mismo. 

Al comprender el uso del pronombre neutro aquí hace evidente que la fe y la gracia en conjunción son dones de Dios, haciendo de la salvación un acto divino que no es obra nuestra. 

Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.
— Romanos 5:20-21

La mayoría de los judíos de la época de Pablo habrían entendido que el propósito de la ley era contrarrestar la tendencia humana hacia el pecado, o el yetzer, que debe canalizarse adecuadamente. La sabiduría rabínica dice «cuanta más Torá más vida».

En contraste, Pablo indica que la ley se introdujo para aumentar la transgresión, no para disminuirla. Una vez que al pueblo se le dieron leyes escritas de Dios, entendieron de manera concreta la manera en que se esperaba que vivieran. Ahora sus pecados eran tangibles y una desobediencia deliberada contra el mandato directo de Dios, al igual que la transgresión de Adán y Eva en Génesis. 

Y, sin embargo, Pablo dice que la salvación de Cristo se muestra en que la gracia abundó aún más que estos pecados crecientes. Esto nos habla del inmenso poder de la salvación que puede cubrir incluso las transgresiones más atroces contra la ley de Dios. 

Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.
— 2 Corintios 12:9-10

Mi gracia es suficiente

Pablo dice que la gracia de Dios es suficiente en el tiempo presente, enfatizando la abundancia y la plenitud de la gracia de Dios. Se da gratuitamente a todos los creyentes, incluso a los que son inseguros en su debilidad. Encuentro esto increíblemente reconfortante: descansar en el conocimiento de que incluso en mis momentos más débiles la gracia de Dios es más que suficiente. 

Pablo dice que el poder de Dios es más evidente y perfecto en la debilidad del hombre. Las propias imperfecciones y fallas pasadas de Pablo se convirtieron en el escenario para que Dios mostrara Su gran poder y gracia. Debido a esto, Pablo dice que puede gloriarse en sus propias debilidades y sufrir con gozo a lo largo de la persecución. Vemos un ejemplo de la gran obra de Dios en la vida de Pablo, transformándolo de un perseguidor de cristianos a un apóstol y líder de la iglesia. El poder de Dios alteró para siempre el curso de la vida de Pablo, y la concesión de Su poder a Pablo para la obra de las misiones y el ministerio fueron dos cosas que Pablo nunca dejó de reconocer o agradecer. 

Vivir en gracia

Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí, y os vituperen, y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre.
— Lucas 6:22

Incluso frente a la persecución, Jesús fue ejemplo de gracia. Les dice a Sus discípulos que hagan lo mismo, bendiciendo incluso a los que los odien y maldigan por sus creencias. Parece imposible hacerlo: ser tan amable incluso con las personas más odiosas. Y sin Dios, ciertamente lo es. 

Comprender la abundancia y el poder de la gracia de Dios es el primer paso para vivir una vida basada en la gracia. Sin el Espíritu Santo y la salvación de Cristo, liderar en gracia es casi imposible por nuestra cuenta. Sin la gracia, estamos atrapados en un ciclo de tratar desesperadamente de estar a la altura de las expectativas que nunca podremos cumplir y de decepcionarnos con nosotros mismos por fallar. En cambio, una vida con Jesús y Su abundante gracia ofrece satisfacción, un consuelo, al saber que Él siempre es suficientemente bueno. Necesitamos la gracia de Dios obrando primero en nuestros propios corazones y vidas, transformándonos como lo hizo con Pablo. 

Convertirse en creyente en Cristo y aceptar el don de la gracia de Dios significa un ablandamiento divino del corazón. Cambia la manera en que pensamos, en tanto el Espíritu Santo santifica nuestros deseos para que se alineen con los de Dios. Amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos se vuelve más fácil a medida que pasamos más tiempo en las Escrituras, en oración y en comunión con otros creyentes. Comenzamos a ver la gracia como algo a ser ofrecido de manera natural a otros, así como Dios nos la dio tan libremente. 


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Michelle Cruz