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TODO CON AMOR

Por Rachel Kidd

Todos tenemos un deseo innato, dado por Dios, de amar y ser amados por los demás. De bebés, necesitábamos el toque amoroso y las palabras tiernas de nuestros padres y de nuestros cuidadores para crecer. De niños, necesitábamos amor y aceptación incondicionales, y disciplina amorosa a medida que nos íbamos desarrollando. De adolescentes y adultos, necesitamos el apoyo amoroso de la comunidad para florecer. El amor romántico trae alegría al matrimonio y amar a nuestros hijos como padres es otra capa de amor.

También tenemos un Dios que nos ama, profunda e incondicionalmente. Creó el amor para nosotros, llamándonos a amarnos unos a otros y a tratarnos bien como Él nos amó. El amor en el contexto moderno puede parecer sin brillo, una alternativa barata de lo que Dios diseñó para nosotros. Vemos una y otra vez en las Escrituras que el amor es un recordatorio constante de la voluntad de Dios para nosotros: amor por los demás y por Él. Pero ¿todo el amor es igual de origen?

Los cuatro amores

Hay cuatro tipos de amor que se alinean con el diseño de Dios. C. S. Lewis los exploró en su libro de 1960, Los cuatro amores. Lewis comienza su estudio del amor con una introducción a la famosa declaración de San Juan: «Dios es amor». Lewis advierte en contra la combinación de los dos, amor y Dios, sin poner una salvaguardia.

El dicho de San Juan de que Dios es amor ha sido equilibrado durante mucho tiempo en mi mente con el comentario de un autor moderno (M. Denis de Rougemont) de que «el amor deja de ser un demonio solo cuando deja de ser un dios»; el cual, por supuesto, puede reafirmarse como «el amor comienza a ser un demonio en el momento en que comienza a ser un dios». Este equilibrio me parece una salvaguardia indispensable. Si lo ignoramos, la verdad de que Dios es amor puede llegar a significar astutamente para nosotros lo contrario, que el amor es Dios (Lewis, 17).

Afecto (griego: storge)

El afecto es el amor cómodo, la nostalgia que se siente en la ciudad natal o en la seguridad del abrazo de una madre. A menudo asociado con el amor que los niños tienen por sus padres y los padres por sus hijos, storge es muy poco exigente y no se basa en atracción o compatibilidad. 

Lewis llamó al amor storge: humilde; el tipo de amor que vive con «cosas privadas y sin adorno; pantuflas suaves, ropa vieja, chistes viejos, el golpe de la cola de un perro soñoliento en el piso de la cocina, el sonido de una máquina de coser...» (Lewis, 56-57). Es el amor de lo cotidiano, las personas que se ven tan a menudo que se convierten en características importantes de la vida, como las mascotas o los compañeros de trabajo.

Amistad (griego: philia)

La amistad también puede pasarse por alto en nuestra cultura, eclipsada por las conexiones familiares o románticas. Sin embargo, las conexiones profundas con amigos y una comunidad fuerte pueden ser increíblemente satisfactorias. Lewis explicó que «para los antiguos, la amistad parecía el más feliz y más plenamente humano de todos los amores; la corona de la vida y la escuela de la virtud. El mundo moderno, en comparación, lo ignora» (Lewis, 87). A diferencia de otros tipos de relaciones que se forman por pura necesidad o casualidad, la amistad es una decisión consciente tomada por simple deseo. Lewis describió la amistad como ese mundo luminoso, tranquilo y racional de relaciones libremente elegidas. «Te escapaste de todo eso: solo este, de todos los amores, parecía elevarte al nivel de dioses o ángeles» (Lewis, 93).

Disfrutamos el compañerismo, por lo cual, lo generamos. A menudo, formamos amistades con otros basadas en intereses comunes y valores compartidos. Desarrollamos lazos estrechos con amigos a lo largo del tiempo, apoyándonos mutuamente en las dificultades y celebrando nuestros éxitos.

Romance (griego: eros)

Más allá del simple deseo sexual por el acto, «eros desea al amado». Amar con eros es desear a una persona para amarla plenamente. C. S. Lewis dice que los amantes están «absortos el uno en el otro». 

Si bien se nos advierte que tengamos cuidado con el amor romántico, Lewis también nos dice que el amor eros es una hermosa imagen del amor de Cristo por la Iglesia.

«En un gran salto ha superado la pared masiva de nuestra individualidad; ha hecho que el apetito sea altruista, ha dejado de lado la felicidad personal como una trivialidad y plantado los intereses del otro en el centro de nuestro ser [...] Es una imagen, un anticipo, de lo que debemos llegar a ser para todos si el Amor Mismo gobernara en nosotros sin rival» (Lewis, 126).

Cuando amamos a nuestro cónyuge de esta manera, tenemos una idea de lo que significa amar por completo y comprender mejor el amor de Dios por nosotros. Lewis describe a eros como que tiene la capacidad única de «borrar la distinción entre dar y recibir» (Lewis, 137).

 Caridad (griego: ágape)

El amor a la humanidad o el amor ágape es el objetivo final: amar a los demás como Dios nos ama. Es incondicional y eterno, indulgente y fiel. El amor ágape es algo más profundo que lo que Lewis llama los otros tres «amores naturales». Va más allá de un sentimiento, es «bondad [...] toda la vida cristiana en una relación particular» (Lewis, 163).

 Es la belleza y la maldición de ser humano, la naturaleza del amor y el dolor de la pérdida, lo cual, Lewis explica, es la voluntad de Dios. «Incluso si se concediera que los seguros contra el quebranto fueran nuestra más alta sabiduría, ¿Dios mismo los ofrece? Al parecer no. Cristo viene por fin para decir: “¿Por qué me has desamparado?”» (Lewis, 169).

Los cinco lenguajes del amor

Las personas dan y reciben amor de diferentes maneras. Saber cómo amamos mejor es importante para sentirnos seguros en nuestras relaciones. Ser consciente de cómo nuestros amigos, familiares y seres queridos reciben amor mejora las relaciones al reducir el conflicto y mejorar la cercanía emocional.

 Los cinco lenguajes del amor fueron desarrollados por el consejero Gary Chapman para ayudar a las personas a mejorar sus relaciones por medio de comprender mejor su personalidad y necesidades únicas.

 

1.    Toque físico. Un abrazo de tu mejor amigo, un beso de tu cónyuge o los arrumacos de tu perro te hacen sentir amado y seguro.

2.    Acto de servicio. Cuando tu ser querido hace algo para facilitarte la vida, como recoger la cena para la familia de camino a casa o lavar la ropa, te hace sentir apoyado.

3.    Tiempo de calidad. Calidad sobre cantidad; valoras el tiempo ininterrumpido con tus seres queridos y la capacidad de conectarte con ellos en persona.

4.    Palabras de afirmación. Las palabras alentadoras y positivas te hacen sentir valorado en las relaciones.

5.    Recibir regalos. Cuando tus seres queridos se toman el tiempo para elegir un regalo que saben te encantará, te sientes comprendido y conectado con ellos.

Responde el cuestionario de los cinco lenguajes del amor y descubre tu lenguaje del amor. Este es un gran cuestionario que se puede responder con la pareja, en familia o incluso con amigos para mejorar la comprensión y la comunicación en su relación.

Amor y pérdida

En una conclusión increíblemente poderosa en Cuatro amores, Lewis nos insta a amar, a pesar de que nos hace vulnerables al quebranto y al dolor. De hecho, dice que evitar el amor por temor al dolor que pueda causar, solo nos separa aún más de Dios.

No hay una inversión segura. Amar de por sí es quedar vulnerable. Ama cualquier cosa, y tu corazón sin duda será estrujado y posiblemente roto. Si quieres estar seguro de mantenerlo intacto, no le debes entregar tu corazón a nadie, ni siquiera a un animal. Envuélvelo cuidadosamente con pasatiempos y pequeños lujos; evita todos los enredos; enciérralo a salvo en el ataúd o féretro de tu egoísmo. Pero en ese ataúd —seguro, oscuro, inmóvil, sin aire— cambiará. No se romperá; se volverá inquebrantable, impenetrable, irredimible. La alternativa a la tragedia, o por lo menos al riesgo de la tragedia, es la condenación. El único lugar fuera del Cielo donde puedes estar perfectamente a salvo de todos los peligros y perturbaciones del amor es el infierno.


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