¿MORIRÍAS POR DEFENDER TU FE?
Pablo es un hombre lleno de historias increíbles y en cada una de ellas podemos ver cómo persiste en compartir en el Evangelio. Sin importar la situación en la que Pablo se encuentre, ya sea en prisión, en juicio o naufragando en alta mar, él no deja de predicar a Cristo.
En Hechos 20, Pablo se siente inspirado por el Espíritu Santo a regresar a Jerusalén, a pesar de que también se le ha dicho que será arrestado allí. Incluso otros le advierten que será arrestado, golpeado y juzgado mientras se dirige a Jerusalén para ministrar, pero él sigue adelante creyendo que es el Espíritu Santo quien le está impulsando a hacer esto.
En Hechos 21, el apóstol Pablo es atacado por una multitud de personas en Jerusalén al entrar al templo. Un oficial romano trae algunos soldados y rescata a Pablo, pero mientras lo llevan a la fortaleza, donde será encarcelado, Pablo le ruega al comandante que se detenga y lo deje predicar.
Para Pablo esta es una oportunidad demasiado buena como para perderla. Entonces los soldados lo sueltan y Pablo predica un magnífico sermón en Hechos 22. Da su testimonio, cuenta su historia con Dios y su propia experiencia con Jesucristo.
Ellos lo escuchan hasta que Pablo menciona que Cristo lo envió al extranjero, a los gentiles. Es entonces cuando comienzan a alborotarse y exigen su muerte inmediata. Los soldados romanos tienen que arrastrar a Pablo de nuevo para terminar la violencia.
En los siguientes capítulos de hechos podemos ver qué Pablo una y otra vez es expuesto a ser juzgado por su fe, pero él solo busca obedecer a la voz del Espíritu Santo y cada situación la ve como una oportunidad para predicar.
Estas historias asombrosas nos enseñan algo importante: Nosotros, como Pablo, debemos confiar en Dios en toda circunstancia.
Siempre que encuentres la oportunidad de contarle a la gente acerca de la nueva vida que tienes en Cristo, cuenta tu historia con Dios. Él es el único que puede cambiar corazones. Solo Dios puede dar nueva vida en Cristo.
Tu trabajo es testificar, y ¡qué tremendo gozo y privilegio es! De hecho, no encontrarás mayor gozo en este lado de la eternidad que el ser usado por Dios para sacar a alguien de la oscuridad y llevarlo a la luz.
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