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LAS CAMPANAS NAVIDEÑAS DE MATEO

Por Andrew Sargent, Ph. D., colaborador de Fundamentos de ICM

Cómo usó Mateo el Antiguo Testamento

Una de las cosas que más me gusta estudiar en la Biblia es el uso del Antiguo Testamento en el Nuevo Testamento. Digo uso porque los escritores del Nuevo Testamento hacen muchas cosas con el Antiguo Testamento, de las cuales solo una es interpretarlo por nosotros. También lo aplican, hacen comparaciones con él, lo usan para ilustrar o probar, o simplemente colorean nuestras percepciones con los presagios proyectados por la historia sagrada de Israel.

Ahora que estamos entrando en la temporada navideña, me gustaría darle a Mateo lo que se merece como alguien que maneja con creatividad y brillantez los materiales del Antiguo Testamento por medio de dar un paseo por la maravillosa tierra bíblica de su narrativa navideña en el capítulo 1, versículos 18-25. Allí, las referencias y alusiones al Antiguo Testamento caen a nuestro alrededor como nieve, iluminan nuestras percepciones de Jesucristo con los colores vibrantes de los héroes de la fe y hacen sonar las campanas de la esperanza profética.

El nacimiento de Jesús

Abrimos la escena con el descubrimiento por parte de José de que la que será su esposa está embarazada. Él sabe que no es el padre, pero como es, al igual que el gran patriarca de la fe, un hombre justo, piensa divorciarse de ella en silencio para librarla de la vergüenza pública. Escuchamos el suave campaneo de Génesis 15:6 mientras José asume la luminiscencia de Abraham.

Al tener el mismo nombre que el gran soñador del Antiguo Testamento, quien fue despreciado y rechazado por sus hermanos, pero que fue enviado delante de ellos por la gracia y la providencia de Dios para salvar muchas vidas, este nuevo José tiene su propio sueño profético. José, el gran soñador, nos concede su propia luz aquí, mientras escuchamos repicar Génesis 37 a la distancia.

El José del Nuevo Testamento

Este nuevo José, al igual que su antepasado Jacob, contempló un ángel de Dios en su propio sueño divino. Jacob vio a los ángeles subir y bajar del cielo en la cúspide de su primera gran aventura con Dios, y se ganó el nombre de Israel a su regreso al luchar para que le diera una bendición divina el mismo Ángel de Yahvé. Jacob resplandece en Mateo cuando el doblar de las campanas de Génesis 28:10-12 y 32:22-32 parte el aire.

El ángel saluda a José con un epitafio mesiánico de esperanza de una multitud de catedrales proféticas que resuenan en la promesa angélica venidera. Lo saluda, José, Hijo de David. Como descendiente de David, José mismo es un candidato mesiánico para el cumplimiento de las promesas del gobierno divino eterno que surge de la casa de David. Los valles reverberan con la reminiscencia de 2 Samuel 7; Salmos 2, 110, 132; Isaías 11, 16, 22; Jeremías 23, 30, 33, 34, 37; Oseas 3; Amós 9; Zacarías 12 y 13. La luz de las estrellas de la grandeza de David brilla intensamente sobre la escena.

Al igual que su padre Abraham, José es confrontado en esta visión con las palabras: «No temas». De hecho, aquí y ahora, el Señor está preparando a José para que desempeñe su papel en el cumplimiento de las mismas promesas dadas a Abraham en ese emblemático día. El máximo heredero de las promesas a Abraham, la bendición derramada a toda la Tierra, está viniendo al mundo a través de María. Y este, nacido de mujer, ha sido concebido por el Espíritu Santo. Génesis 15:1 presta su voz al coro de campanas.

Un nacimiento milagroso

En verdad, este es un nacimiento milagroso, mayor que los alumbramientos de Sara, Raquel y Ana. Sus historias, así como la gran promesa del nacimiento de Emanuel, se entonan en varios puntos de la historia de Mateo. «Se halló que [María] había concebido». Las dudas de José son recibidas con: «He aquí un ángel del Señor le apareció». De María, el ángel dice: «Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS». El repiqueteo de Génesis 16, 17 y 30, 1 Samuel 1 e Isaías 7-9 responden el resto.

Como a un verdadero hijo de Abraham, a José también se le ordena: «Llamarás su nombre...» ¡Y qué promesa acompaña a ese mandato! El Señor declara: «Y confirmaré mi pacto con él como pacto perpetuo para sus descendientes después de él». ¡Génesis 17:19 hace din-don-dan!

¿Y cómo se le mandó a José que nombrara al niño? Jesús, que es el griego para Josué. Aquí, el heredero profético de Moisés, quien fuera empoderado por el Espíritu ilumina nuestro camino. Se ora por este heredero en Números 27:16-17, es prometido en Deuteronomio 18:15 y es tipificado en el primer Josué en Deuteronomio 34. Se convierte en parte de la esperanza de los postreros días de Israel, y se encuentra en este nuevo Josué como se menciona en varios pasajes del Nuevo Testamento: Mateo 17:5; Marcos 9:7; Lucas 9:35; Lucas 7:16; y Juan 1:21, 25, 6:14, 7:40. Las colinas se alborotan con los melodiosos tintineos de esperanza cuyo plazo se ha cumplido.

Una promesa cumplida

Todo esto, dice Mateo, es para cumplir la promesa igualmente estratificada del Emanuel nacido de una virgen de Isaías 7:14... una señal tan alta como el cielo y tan profunda como el Seol. De hecho, el hijo terrenal de Isaías 7 es un marcador de esperanza para la casa de David, nacido de Isaías mismo en Isaías 8 como una señal de la liberación de Dios. Se transforma en Isaías 9 en alguien que verdaderamente cumple la promesa del nombre: Emanuel, Dios con nosotros, un Rey divino viene a gobernar un Reino eterno, sentado en el trono de David.

De pueblo en pueblo, desde montañas lejanas y a través de los campos donde los pastores guardaban sus rebaños por la noche y los magos leen las luces estrelladas, Mateo deja que el Antiguo Testamento revolotee a nuestro alrededor como una lluvia de plumas. Ilumina la escena con reflejos de los héroes de la fe. Convoca el encuentro de la esperanza profética con el repicar de una multitud de campanas navideñas. Y lo hace todo con solo 161 palabras griegas. Es en verdad una maravillosa tierra bíblica de alegría.


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