LA FE DEL TAMAÑO DE UN GRANO DE MOSTAZA
Por: Rachel Kidd
En Mateo 17:14-20, encontramos una poderosa enseñanza sobre la fe: Un hombre se acercó a Jesús, rogándole por su hijo que sufría terriblemente. Aunque los discípulos habían intentado ayudarlo, no lograron expulsar el demonio que lo atormentaba. Jesús, visiblemente frustrado por su falta de fe, sanó al niño y reprendió al demonio.
Más tarde, los discípulos preguntaron por qué ellos no pudieron hacer el milagro, y Jesús les explicó: "Si tienen fe del tamaño de un grano de mostaza, podrán mover montañas; nada les será imposible."
La semilla de mostaza, tan diminuta como 1-2 milímetros, nos recuerda que incluso una fe pequeña puede tener un impacto inmenso. Si una cantidad tan pequeña de fe puede mover montañas, ¿qué no podría lograr una fe más grande?
Esto nos consuela y desafía a la vez: incluso los discípulos, que convivieron con Jesús, lucharon con su fe. Si ellos, estando tan cerca del Salvador, necesitaban crecer en confianza, ¿cuánto más nosotros? Pero la esperanza está en saber que una fe, por mínima que sea, tiene el poder de obrar milagros.
El perdón: una enseñanza constante
Jesús habló frecuentemente sobre el perdón, recordándonos que, así como Dios nos perdona, debemos perdonar a los demás. En Mateo 18:21-35, Pedro le pregunta: "¿Cuántas veces debo perdonar a mi hermano? ¿Hasta siete veces?" Jesús respondió: "No hasta siete, sino hasta setenta veces siete."
Para ilustrar esto, Jesús compartió la parábola del siervo malvado: Un rey perdonó una gran deuda a su siervo porque este le rogó compasión. Sin embargo, el siervo, al salir, se negó a perdonar una deuda mucho menor a otro compañero y lo hizo encarcelar. Al enterarse, el rey se indignó y lo castigó, diciéndole: "¿No deberías haber tenido compasión, como yo tuve contigo?"
Esta parábola nos recuerda que, si no perdonamos a otros, no podremos recibir el perdón de Dios. El perdón debe ser constante, generoso y reflejo de la misericordia que hemos recibido.
La familia: un pacto sagrado
En Mateo 19:3-12, los fariseos preguntaron a Jesús si era lícito divorciarse. Jesús les respondió: "Desde el principio, Dios creó al hombre y a la mujer para ser una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre."
Jesús explicó que el divorcio fue permitido por Moisés debido a la dureza de corazón, pero enfatizó que el diseño original de Dios era un compromiso sagrado e indisoluble. Incluso añadió que quien no pueda mantener la santidad del matrimonio debería considerar permanecer soltero por el Reino de los Cielos.
Jesús también valoró a los solteros, animándolos a glorificar a Dios en su estado, mientras que elevaba la importancia del matrimonio como un pacto divino.
Jesús y los niños
Jesús mostró un amor especial por los niños. En Mateo 19:13-15, los discípulos intentaron impedir que la gente llevara niños a Jesús, pero Él los reprendió, diciendo: "Dejen que los niños vengan a mí, porque de ellos es el reino de los cielos."
Jesús destacó la pureza y humildad de los niños como ejemplos para todos. Les dedicó tiempo, oró por ellos y les recordó a sus seguidores que debemos cuidar a los más pequeños con amor y ternura. Su enseñanza nos anima a valorar la fe sencilla y sincera que encontramos en los niños.
Reflexión final
Jesús nos invita a vivir una vida llena de fe, perdón y amor por la familia. Estos principios no solo transforman nuestras relaciones con los demás, sino que también nos acercan al corazón de Dios.
Que nuestra fe, por pequeña que sea, mueva montañas; que nuestro perdón sea tan abundante como el que hemos recibido; y que nuestras relaciones reflejen la pureza y el amor del Reino de los Cielos.
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