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NOTAS DE LA CLASE: JUSTICIA EN LAS RELACIONES

Jesús enseña a sus discípulos a entender las Escrituras según el carácter de Dios, no según las reglas del hombre. Recuerda: Dios es amor; por tanto, los mandamientos y las enseñanzas de Dios son amor. Como creador, Dios sabe lo que es bueno y malo para la humanidad. Él no quiere que suframos las consecuencias de hacer el mal porque nos ama. Por tanto, Dios nos da su ley. Si no has encontrado el amor en la ley de Dios, entonces todavía no lo has entendido. Los mandamientos y enseñanzas de Dios están diseñados para establecer una comunidad humana próspera y aceptable para un Dios Santo. Y Jesús lo interpreta con ese fin.

Los escribas y fariseos no usaron este proceso de interpretación. Cuando enseñaban la ley de Dios, ellos enseñaban al pie de la letra los mandamientos, sin considerar el espíritu o la verdadera intención del texto. Ponían la ley de Dios como una carga pesada y destructiva, e inventaban formas de "guardarla" que iban más allá. Se quedaban cortos o se desviaban de las intenciones de Dios cuando les dio la Torá. Jesús, sin embargo, nunca pierde de vista el propósito de la ley. Él se enfoca en el propósito de la ley para su aplicación en la sociedad. Por eso Jesús ofrece una interpretación más completa y precisa de la Ley.

A veces, nuestras luchas más difíciles en nuestras relaciones serán con otros cristianos. Se supone que el Espíritu Santo une a los cristianos en una misión común y los capacita para mostrar el amor unificador de Jesús, pero no siempre alcanzaremos ese ideal. Pecaremos, y pecaremos en nuestra lucha continua contra el egoísmo. Jesús está aquí recordándonos que debemos resolver con amor las tensiones de nuestras relaciones con nuestros hermanos cristianos. No podemos ganar el mundo si nos perdemos los unos a los otros.

En Mateo 5:25-26, Jesús se refiere a nuestra relación con la persona a quien Jesús describe como "tu oponente" diciendo: “Reconcíliate pronto con tu adversario mientras estás con él en el camino; no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo que jamás saldrás de allí hasta que pagues el último centavo.”

Ahora bien, tu oponente no es necesariamente tu enemigo. Un enemigo está tratando explícitamente de hacerte daño o destruirte; Jesús hablará de los enemigos más tarde. Un oponente es más como un competidor, alguien con quien chocamos a medida que avanzamos en nuestras vidas, mientras luchamos por ser más como Jesús. Así que este pasaje nos instruye a tratar de vivir en paz con los demás, en la medida en que dependa de nosotros.

Entonces, comprométete a entregarte completamente a Cristo; permítele remodelar todas tus relaciones de acuerdo con Su Amor. Solo entonces dejarás de ser parte del problema y te convertirás en parte de la solución de Cristo.

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