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JUSTICIA BÍBLICA

¿Qué es justicia? 

 

La palabra justicia tiene muchas connotaciones para las personas, incluidas las preocupaciones de justicia social y el sistema judicial. Lo que justicia significa también varía según el contexto cultural y geográfico, con una connotación muy diferente en las culturas occidentales que en las orientales, por ejemplo. 

Filósofos como Platón y Aristóteles veían la justicia como el ideal aspiracional de la sociedad y el individuo. En el Antiguo Testamento, las palabras hebreas para justicia, sedeq y misphat, proporcionan una distinción entre la justicia interhumana y la justicia individual, ambas vistas como mandamientos divinos. Sedeq es una justicia distributiva amplia y social, mientras que misphat es la reivindicación o restauración de un individuo, ya sea injustamente acusado o atacado. La ausencia de justicia, en la comprensión del Antiguo Testamento, significaba una separación de Dios. 

 En el Nuevo Testamento, se hace referencia a la justicia en el griego dikaisyone como rectitud y justicia. Se usa con mayor frecuencia para entender la relación de uno con Dios más que nuestras relaciones sociales. La justicia distributiva se refiere a la redistribución de la riqueza según lo dictado en los Evangelios, tal como lo entienden teólogos como Basilio y Crisóstomo. 

 El cristianismo alejandrino entendía al individuo justo como un rasgo de carácter deseado, aunque la teología agustina posterior creía que la naturaleza humana era incapaz con el concepto de justicia. La justicia es divina en la mayoría de los contextos cristianos y, por lo tanto, es perfecta y completa. 

Las connotaciones culturales de la justicia varían ampliamente. La justicia interhumana, tal como la interpreta la teología latinoamericana de la liberación, entiende que la justicia divina solo es realizada plenamente cuando se protege y cuida a los más vulnerables. Del mismo modo, la comprensión feminista interseccional de la justicia incluye a todos los grupos de personas marginadas y garantiza un trato imparcial, libre de prejuicios basados en la raza o el género.

Sin importar tu inclinación teológica, la justicia en esencia es la comprensión divina de cómo tratar a los demás con respeto y la determinación imparcial de lo que es justo. Dios es justo y Su escritura nos dice cómo liderar con justicia. 

 

Jesús y la justicia

Cuando pienso en una intervención recta y justa en el Nuevo Testamento, primero pienso en esta escena descrita en Mateo y Juan. Vemos a Jesús entrando en el templo, lleno de ira justa. Ve la sección del templo designada para que oren los no judíos o gentiles, invadida por vendedores y cambistas. En lugar de crear un lugar acogedor para que todas las personas pudieran orar y adorar, el templo se había vuelto explotador y consumido por el lucro. 

Vemos a Jesús enojado, pero no de una manera vengativa. Está enojado por los explotados y los vulnerables, interviniendo para evitar que los que están en el poder dañen a los más pequeños. ¿Cómo podemos dirigir nuestra ira justa para el bien como lo hace Jesús?  ¿Cómo buscamos la justicia divina en nuestras vidas?

Después de que Jesús voltea las mesas de los cambistas, sana a las personas que vienen a Él en el templo. Pasa de un momento de ira a uno de sanidad, demostrando un control increíble sobre sus emociones. Él es deliberado e intencional en Sus acciones y Sus palabras, dándonos el ejemplo de cómo ir en pos de la justicia. No hace lo uno sin lo otro, combina la acción con la sanidad.

¿Cómo sería la acción y la sanidad para nosotros hoy? Veo esto en organizaciones como Shared Hope International, un ministerio cristiano comprometido con poner fin a la trata de blancas infantil. Buscan la justicia a través de medios judiciales, trabajando en la legislación contra la trata de personas y educando a las fuerzas del orden, al tiempo que rescatan y cuidan a los sobrevivientes. Trabajan en ambos extremos, atendiendo a los sobrevivientes de la trata de blancas hacia su restauración e interponiendo acciones judiciales contra los perpetradores de estos crímenes atroces. No se puede lograr la justicia, como Jesús demostró, sin acción y restauración.


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