El profeta Jeremías predicó varios sermones a lo largo de sus años de ministerio, pero su estilo de predicación es realmente único e inusual. Utiliza ilustraciones visuales para demostrar profundas verdades espirituales. Podemos llamar a este tipo de predicación un sermón de acto simbólico.

Estos sermones usan símbolos y acciones para comunicar el mensaje de Dios. Jeremías predica de esta manera porque así es como Dios le habla. Dios le muestra a Jeremías visiones que ilustran Su mensaje. Aquí hay un ejemplo perfecto de una de esas visiones que nos ayudarán a comprender mejor cómo funciona la comunicación del acto simbólico.

Podemos tener una relación real con Dios si vamos más allá de simplemente proclamarla con nuestras palabras o adornar nuestros cuerpos con meros símbolos de fe, como la circuncisión, las borlas o incluso las cruces. También debemos vivir de acuerdo con lo que creemos a través de nuestras acciones. Debemos obedecer los mandamientos del Señor. Si no vivimos de la manera que Dios nos manda, ¿cómo podemos llamarnos Su pueblo y por qué debemos esperar bendiciones de Sus manos?

Escucha lo que Dios dice acerca de cómo ser Su pueblo en Jeremías 7:23: “Escuchen mi voz; y Yo seré su Dios, y ustedes serán mi pueblo. Anden en todo camino que les he mandado, para que les vaya bien.” Jeremías conecta la identidad del pueblo con el comportamiento del pueblo. Si vas a decir que eres una cosa, pero tu vida demuestra que eres otra cosa, entonces en realidad eres un hipócrita.

Tristemente, esto es exactamente lo que sucede en Judá mientras Jeremías profetiza. Quieren llamarse a sí mismos el pueblo de Dios sin actuar como tal. Jeremías nos dice en el versículo 24: “AUNQUE NO OBEDECIERON”. Cuando vivimos como hijos de Dios, esto es evidencia de que somos sus hijos. Siempre debemos obedecer al Señor y Su palabra.

Habría sido fácil para Jeremías endurecerse contra sus compatriotas rebeldes después de experimentar personalmente varias décadas de abuso a manos de ellos. Incluso podrías imaginar que él sentiría cierta satisfacción al saber que el juicio de Dios se acercaba rápidamente. Después de todo, estaban recibiendo lo que se merecían, ¿no? Pero en realidad, vemos que Jeremías llora por la destrucción de Judá a manos de Babilonia. Su corazón está abrumado. Estas visiones son terribles en sí mismas, pero pronto tendrán que convertirse en realidad.

Jeremías tiene el corazón roto y quiere que todo termine. Le pregunta a Dios cuánto tiempo tendrá que soportar estas visiones de destrucción, pero Dios le dice que no terminarán porque el pueblo no se arrepentirá.

Dios pronuncia estas palabras de consuelo sobre el mismo pueblo que acababa de condenar a la destrucción y al exilio. Y todas las profecías de Jeremías se cumplen. Jeremías predice el desastre, y el desastre viene. Predica el regreso de su cautiverio, y regresan setenta años después. El mismo Daniel cita la profecía de Jeremías sobre el regreso del cautiverio. De hecho, Jeremías inspira la famosa Profecía de las Setenta Semanas de Daniel, que predice la restauración de todas las cosas y la venida del Mesías. Recordemos que la promesa de Dios nunca termina con la destrucción de Su pueblo; siempre hay esperanza de regreso y restauración.

Para concluir, recuerda que estos libros proféticos son las palabras de Dios habladas a través del hombre. Tanto la condenación como la esperanza vienen de Dios. Sin embargo, ambos son para el bien del pueblo del Señor. Todo termina en Su gloria. Se le promete disciplina a aquellos a quienes Dios ama si se apartan de Él. Él no permitirá que Sus amados se alejen sin hacer todo lo posible para atraerlos de nuevo a Él. ¡Ese es su papel como Padre amoroso y bueno! Dios es fiel y nos ama con un amor eterno e incondicional. Él también promete que cualquiera que se vuelva a Él será perdonado, bienvenido y restaurado. Esta es una promesa increíble que todavía se mantiene para ti y para mí hoy. Si oramos al Señor, Él seguramente nos librará de nuestro pecado y nos dará nueva vida.

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