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HUMILDAD: LA MANERA DE DIOS

Por Charles Hegwood

"Cómo han caído los poderosos" es una frase que habrás oído en tu infancia. A menudo la oía cuando alguien que ocupaba un puesto importante caía, era derrocado o derribado. La frase suele significar que alguien ha sido humillado justamente. Esta frase tiene un tono burlón más que redentor. Entonces, ¿qué dicen las Escrituras sobre la humildad? 

Bueno, las Escrituras dicen que Dios "humilla a los orgullosos". Encontrarás relatos de reyes poderosos que cayeron a causa de su orgullo. Él humilla con justicia y con un propósito. Humilla a sus enemigos en justicia. Él humilla a Su pueblo para ponerlo en el camino correcto, Su camino. Hoy vamos a analizar específicamente la historia de Moisés. Veremos que Dios le enseña humildad a Moisés al quitarlo de una posición superior y de autoridad para que se dé cuenta de que no puede hacer nada sin la ayuda de Dios. 

Dios Humilla al Orgulloso

Cuando se nos presenta a Moisés por primera vez, es en una época de lucha. Egipto está matando a todos los hebreos. Moisés, por la gracia de Dios, es encontrado flotando en una cesta nada más y nada menos que por la hija del Faraón. Se cría en la casa del faraón y recibe educación y autoridad. En algún momento de la historia, Moisés reconoció que el pueblo de Dios, su pueblo, estaba siendo tratado injustamente. Intentó rescatar a un hebreo que estaba siendo golpeado por un egipcio. 

Sin embargo, lo único que consiguió fue matar al egipcio. Su arrogancia fue intentar rescatar al pueblo de Dios a su manera. No funcionó. Al día siguiente, dos hebreos estaban peleando y, al ver a Moisés, le preguntaron con tono sarcástico si también los mataría a ellos. Esto le debió doler un poco. Ciertamente él pensaba que lo verían como un héroe y salvador. Sin embargo, sólo veían a Moisés como a los demás capataces egipcios. Así que Moisés huyó despavorido. El poderoso había caído. Fue aquí donde Dios comenzaría a obrar.

El comienzo de la humildad

Moisés se encontraba solo y asustado en el desierto. Sin embargo, Dios estaba con él, aunque todavía no lo sabía. Su posición y su autoridad habían desaparecido. También su orgullo. No le quedaba nada de lo que enorgullecerse. Sin embargo, ser humilde es sólo el primer paso del proceso. La verdadera humildad viene de entender que no puedes hacer nada sin Dios. Moisés aún no ha llegado a ese punto. 

Por ejemplo, delante de él se desarrolló una escena con unos pastores que estaban ahuyentando a las mujeres que acudían a un pozo. Moisés, el protector, entró en acción, ahuyentó a los pastores y se aseguró de que las mujeres tuvieran agua. La historia termina con Moisés casándose con una de las mujeres y viviendo en la tienda del sacerdote de Madián, su suegro. 

Aquí hay un cierto crecimiento en humildad. Moisés, que antes había vivido en el palacio, ahora vivía en una tienda. Siempre había encontrado su hogar en Egipto y ahora se encontraba viviendo en una tierra que no era la suya. Vemos este sentimiento de peregrinaje en el nombre de su primer hijo. Moisés, que ya no era el hombre de la posición y la autoridad, ahora ayudaba a cuidar de un pueblo que vivía en tiendas en el desierto y parecía satisfecho.

La presencia de Dios trae humildad

Moisés había perdido su poder, su posición y su hogar. No había logrado rescatar a su pueblo y ahora vivía en una tienda. Entonces Dios intervino en la historia de Moisés. Dios también debe intervenir en nuestra historia. Dios se mostró a Moisés en el fuego de la zarza ardiente. Es en este escenario donde Dios dijo que Él rescataría a su pueblo al que Moisés no podía rescatar. 

Al principio, Moisés debió sentirse aliviado de que Dios tomara la iniciativa en el plan de rescate. Entonces Dios le dijo a Moisés que lo usaría para hacer este rescate. Moisés discutió con Dios diciendo que no había manera de que él fuera la persona adecuada. La humildad es un proceso y Moisés estaba caminando por el sendero pero aún no había llegado a su destino. Al leer el intercambio de Moisés con Dios en el capítulo 3 verás que la humildad de Moisés duda de la soberanía de Dios. Esto no es humildad divina. No obstante, llegaremos a eso. 

Aunque Moisés todavía no había alcanzado su destino, observa lo que estaba sucediendo. Estaba hablando con Dios. Siempre me asombra la gracia y la paciencia de Dios al hablar con seres humanos pecadores. Lo vemos a través de las Escrituras. Cuando Moisés empezó a aprender humildad, empezó a hablar con Dios. Estaba aprendiendo que sin Dios no podía hacer nada. Este es el resultado de Dios acercándose al corazón humilde. 

El viaje de la humildad 

Como dije antes, la humildad es un viaje que hacemos. Moisés aprendió a lo largo de su vida y de su ministerio a ser humilde y a confiar en Dios. Eso no quiere decir que Moisés no tuvo momentos en los que actuó con sus propias fuerzas. Eso significa que vemos un patrón de progresión hacia la humildad divina. 

Uno de mis relatos favoritos acerca de esto se encuentra en Éxodo 33:15. Después de la desastrosa idolatría del becerro de oro, Dios llamó a Israel "pueblo de dura cerviz" y dijo que no seguiría adelante con ellos. Moisés suplicó que si Dios no iba con ellos, él no guiaría al pueblo. ¿Por qué? Moisés se dio cuenta de que sin Dios no podría hacerlo. Después de esta intercesión es cuando la presencia de Dios alteró el rostro de Moisés. Se había humillado correctamente ante Dios. Estaba en el camino hacia el crecimiento en la humildad divina.

Conclusión

La humildad es un viaje. Moisés aprendió a ser humilde. La educación es un proceso que toma tiempo y pruebas. Aprender humildad no fue algo que Moisés dominó en esta vida. Nosotros tampoco la dominaremos nunca a la perfección. Pero podemos aprender. Podemos ver que no hacemos ni podemos hacer nada sin el poder de Dios. Una vez que hemos llegado al límite de nuestra capacidad, entonces podemos comenzar verdaderamente el viaje hacia la humildad divina. Una humildad que mira a Dios en cada aliento y acción. Una humildad que dice: "No puedo y no haré esto sin Ti, Dios". Moisés aprendió esto durante una larga vida de pruebas. Espero que tú también lo hagas.


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Michelle Cruz