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GARANTÍA DE SALVACIÓN

Por Will Stanfield

Sin importar que seas un nuevo creyente o no, probablemente hay cosas que haces, piensas o sientes que desearías no haber hecho o por las que te sientes mal. He estado siguiendo a Cristo durante trece años y todavía hay cosas que hago, pienso y siento que desearía no haber hecho, y por las que siento culpa y vergüenza. Como cristianos, cada vez que pensamos: «Ojalá pudiera dejar de hacer eso», o: «¿Por qué sigo haciendo eso?», estamos tratando con lo que se conoce como el pecado que mora en nosotros. Reflexionemos sobre cómo entender qué es el pecado que mora en nosotros. Esto no es tanto un manual de instrucciones sobre cómo dejar de pecar, sino más bien una ayuda y un consuelo para los que quizá estén cansados en su lucha y en su experiencia con el pecado que queda.

¿Cómo es que pecamos?

Para entender mejor lo que es el pecado que mora en nosotros, primero debemos tener una buena comprensión de nuestra condición pecaminosa. La Biblia nos enseña en el libro de Génesis que cuando Dios hizo a la humanidad y colocó a Adán y a Eva en el huerto, Dios creó a la humanidad a su imagen y no había pecado. El hombre y toda la creación eran perfectos y Dios dijo que todo era «bueno». En la rebelión de Adán y Eva contra Dios y en su decisión de comer el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal se volvieron pecaminosos. El Nuevo Testamento afirma que a través del pecado de Adán, el pecado pasó a todos los seres humanos posteriores. Pablo enseña en Romanos 5:12 que el pecado pasó a toda la humanidad a través del pecado de Adán y que como el pecado produce muerte, esta también pasó a todos los hombres. El Salmo 51 es una representación del rey David de Israel confesando la culpa de su pecado a Dios, y exclama que fue concebido en pecado en el vientre de su madre. No es que una vez que pecamos nos volvemos pecadores; es que como somos pecadores, cometemos pecado. 

Esta condición pecaminosa afecta a toda la creación y a todo nuestro ser humano. El pecado no se limita a la forma en que actuamos o a lo que hacemos, o incluso a un acto del pensamiento. Nuestra condición por defecto, aparte de Cristo, es pecaminosa. Cada una de nuestras inclinaciones es estar en rebelión contra nuestro Creador; no podemos evitarlo.

El pecado que mora en nosotros

Si eres un cristiano que todavía peca y alguna vez te has preguntado: «¿Cuándo dejaré de pecar?», podría ser útil si revisamos algunas cosas que te pueden brindar cierta seguridad sobre cómo Dios nos ve y cuál es su esperanza para nosotros.

Pablo, en Romanos 7:19, expresa un momento de consternación cuando dice: «Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago». También continúa argumentando que no es él quien sigue pecando, sino que es su naturaleza pecaminosa. Incluso cuando nos convertimos en cristianos, todavía estamos incorporados en esta carne humana que está condicionada por el pecado. Cuando Pablo escribe en Gálatas acerca de no andar según la carne, sino andar según el Espíritu, lo que Pablo está diciendo es: «Ya no vivan su vida de acuerdo con su naturaleza pecaminosa, sino vivan su vida de acuerdo con el Espíritu Santo». Es verdad que esta instrucción no significa que nuestra naturaleza pecaminosa desaparece. De hecho, podríamos deducir que Pablo está afirmando absolutamente que como cristianos todavía tenemos una naturaleza pecaminosa, todavía tenemos carne. Entonces, cuando escribe en Gálatas 5:17 sobre que su naturaleza pecaminosa y su naturaleza espiritual se oponen entre sí, nos está expresando que a medida que continuemos creciendo como cristianos, debemos esperar seguir teniendo una naturaleza pecaminosa.

Pablo también aclara en Romanos 6 que el hecho de que Dios nos haya dado su gracia para salvarnos en nuestro pecado no significa que podamos seguir pecando libremente. Puesto que somos salvos por la fe para Dios, pertenecemos a Dios y el Espíritu nos habilita para andar en los caminos del Espíritu. Sin embargo, no es una sorpresa para Dios que, a pesar de que nos salvó, todavía pecamos. De hecho, ¡esto debería ser de gran consuelo para nosotros! ¡Dios sabía que todavía pecaríamos de muchas maneras incluso después de la salvación y aún así nos salvó! Pablo dice en Romanos 5:8 que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Sería casi absurdo para nosotros pensar que una vez que nos convertimos en cristianos, Dios tiene alguna expectativa de que dejemos de pecar de inmediato. Dios nos salvó sabiendo muy bien que todavía lucharíamos con el pecado y cometeríamos actos de pecado: que todavía tendríamos una naturaleza pecaminosa.

Esto es lo que es el pecado que mora en nosotros. Es la naturaleza pecaminosa que sigue siendo parte de nosotros, incluso como cristianos. Es nuestra propensión y tendencia a seguir haciendo, pensando o sintiendo de manera pecaminosa, lo cual hace eco de nuestra rebelión contra Dios.

Nuestra naturaleza cambiada

Después de pensar en esto, podría ser fácil pensar en cosas semejantes a las que Pablo estaba abordando en Romanos 6: «Bueno, si todavía vamos a pecar, ¿para qué tratamos de no pecar siquiera?». Una vez más, Pablo dice: «¡De ninguna manera!». Al convertirnos en cristianos, ya no estamos confinados a ser solo pecadores, sino que ahora somos santos. Toda nuestra naturaleza cambia cuando somos salvos a través de la gracia de Dios por fe. Antes de la salvación, no podíamos no pecar, pero como cristianos, con el poder del Espíritu Santo en nosotros, ahora podemos no pecar. A medida que crezcamos en el evangelio, también estaremos experimentando un creciente disgusto por nuestro pecado. El hecho de que Dios sepa muy bien que todavía tenemos una naturaleza pecaminosa no significa que debamos seguir pecando. Dios quiere que experimentemos la santidad y la integridad para las que fuimos creados, y la obra de redención y santificación es la obra de Dios de convertirnos en el tipo de humano que Él diseñó que fuéramos.

Nuestra esperanza de libertad del pecado

Me da mucha esperanza y reposo aceptar el hecho de que hasta el día en que muera y pase de esta Tierra, todavía experimentaré el pecado, pero que Dios sabe esto y aún así me salvó. A medida que crezco en el evangelio y experimento más disgusto hacia mi pecado y experimento un conflicto mayor entre mi naturaleza pecaminosa y mi naturaleza espiritual, mi anhelo por el nuevo Cielo y la nueva Tierra se vuelve más intenso. Para los cristianos, llegará un día en que se nos darán cuerpos glorificados sin una naturaleza pecaminosa. El día en que veamos a nuestro Creador, o Dios, y a su Hijo Jesucristo cara a cara, seremos hechos semejantes a él. Nuestra esperanza aquí y ahora es que, aunque en el pecado y la rebelión de Adán, el pecado y la muerte pasaron a todos los hombres, en la perfecta obediencia e impecabilidad de Jesucristo, así como en su muerte sacrificial y en su resurrección, todos los que están en Cristo también reciben resurrección a nueva vida.


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