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FORMANDO UN DISCÍPULO VERDADERO

Por: Charles Hegwood

Piensa en tu historia favorita. Ahora reflexiona sobre cómo esa historia podría tener un significado más profundo, oculto entre líneas. Jesús usaba relatos breves llamados parábolas para transmitir verdades profundas acerca de Dios y Su Reino. Tal vez tengas una parábola que te inspire o encuentres algunas más fáciles de comprender que otras. Para mí, una de las más significativas es la parábola del sembrador y la semilla, que encontramos en Mateo 13. Es una de las pocas parábolas que Jesús explicó detalladamente a sus discípulos, revelando su significado.

A menudo, las parábolas pueden parecer desafiantes para una audiencia moderna. Debemos despojar las capas culturales acumuladas a lo largo de los siglos para captar su esencia. Jesús habló a un público agrícola, personas que entendían la siembra y la cosecha de una manera que muchos hoy no conocemos. Durante años trabajé como paisajista mientras estudiaba en el seminario, y esta experiencia me permitió conectar profundamente con la parábola del sembrador. He visto cómo, año tras año, las semillas de pasto que plantaba germinaban y crecían.

El mensaje central de esta parábola es claro: solo aquellos que escuchan la Palabra de Dios y producen fruto son verdaderos discípulos. Analicemos juntos este mensaje.

La semilla: La Palabra de Dios

Jesús enseñó que la semilla que se esparce es la Palabra de Dios. Al finalizar esta parábola, dijo: "El que tiene oídos, que oiga." Este llamado nos recuerda que cuando se proclama la Palabra de Dios, se espera una respuesta. Como sembrador, nunca esparcía semillas sin esperar crecimiento; del mismo modo, el evangelio se siembra con la intención de dar fruto.

Sin embargo, el crecimiento no depende de la semilla, sino del suelo donde cae. La Palabra de Dios es perfecta y suficiente, pero cada uno de nosotros es responsable de cómo respondemos a ella.

El enemigo y el mundo: Obstáculos para el crecimiento

Jesús explicó que existe un enemigo real que busca impedir que la semilla crezca. Este enemigo, representado por las aves en el relato, roba la semilla que cae junto al camino. Además, el mundo también presenta obstáculos: las piedras del suelo rocoso y las espinas representan distracciones y placeres que sofocan el evangelio.

Las piedras simbolizan una falta de raíces; cualquier respuesta inicial pronto se desvanece. Las espinas, por otro lado, ilustran cómo las preocupaciones y los placeres de la vida pueden ahogar el mensaje del evangelio. Estos obstáculos son barreras que todos enfrentaremos en nuestro caminar espiritual.

Los suelos: La clave del verdadero discípulo

La parábola nos presenta cuatro tipos de suelo. Nadie cuestiona que la semilla junto al camino no crezca, pero ¿qué sucede con el suelo pedregoso y el suelo con espinas? Aunque hay un crecimiento inicial, Jesús deja claro que solo la tierra buena representa a los verdaderos discípulos: aquellos que dan fruto.

He visto esto tanto en la jardinería como en el ministerio. Muchas personas muestran entusiasmo inicial por el evangelio, pero sin raíces profundas, su fe se desvanece ante las pruebas. Otras se dejan llevar por las distracciones de la vida y se apartan. La clave es la madurez: un verdadero discípulo es aquel que crece, madura y produce fruto.

El fruto: Evidencia de madurez espiritual

Jesús no especifica qué es el fruto, pero podemos entenderlo como una vida arraigada en Cristo. Pablo lo describe en Colosenses como una fe "profundamente arraigada en Él." El verdadero discípulo permanece firme incluso en tiempos de prueba, porque su esperanza no está en las circunstancias, sino en Cristo.

Además, el fruto no se mide por su cantidad, sino por su presencia. No todos los creyentes darán el mismo nivel de fruto, pero un verdadero discípulo siempre producirá algo. Esto se evidencia en una vida transformada, que resiste las distracciones y tentaciones de este mundo y sigue creciendo en conocimiento y amor por Dios.

Conclusión

¿Qué podemos aprender de esta parábola? Debemos ser sembradores fieles del evangelio, compartiéndolo con todos y ayudando a los nuevos creyentes a crecer en su fe. Perseveremos, arraigados en Jesús, y maduremos en nuestro amor y conocimiento de Él, especialmente en tiempos de dificultad.

El llamado de esta parábola es claro: escuchemos la Palabra de Dios, respondamos a ella y permitamos que produzca fruto en nuestras vidas. Seamos tierra fértil para el evangelio y demos testimonio de Su obra transformadora.


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Michelle Cruz