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EL DIOS QUE MANDA

Objetivo: Aprender cómo Dios utiliza las circunstancias de nuestras vidas para prepararnos para el papel que Él tiene para nosotros.

La historia de José 

A diferencia de la mayoría de los personajes bíblicos que revelan su humanidad y quebrantamiento a medida que se desarrolla su historia, José permanece puro de corazón y alma. Junto con Daniel, es uno de los personajes más puros de la Biblia, pues permaneció fiel y constante hasta el final, a pesar de los horrores a los que se enfrentó. 

Por ser el hijo primogénito de Raquel, la esposa favorita y amada de Jacob, José era el hijo preferido de su padre. Como puedes imaginar, esto creó un resentimiento increíble en sus hermanos mayores, que probablemente vieron el desprecio de su padre hacia su madre Lea. El resentimiento hacia su hermano pequeño crecía a medida que él también crecía. Contemplaron la posibilidad de matarlo, pero finalmente lo vendieron como esclavo a una caravana ambulante que se llevó al joven José lejos de su hogar, rumbo a Egipto.

José se encontró en una tierra extranjera en contra de su voluntad, primero como esclavo, luego como prisionero y después, por providencia divina, se encontró como segundo al mando de Egipto como primer ministro, directamente bajo el propio Faraón. 


La Providencia de Dios 


José vivió una vida extraordinaria en Egipto, a pesar del maltrato y el dolor, algo que él sabía que sólo se debía a la mano de Dios. Fue colocado estratégicamente en una posición de poder porque Dios sabía que vendría una hambruna que tenía el potencial de acabar con el pueblo judío. Sin José en este poderoso puesto, con su cuidadosa planificación y preparación y su conexión con su gente, el pueblo de Dios podría no haber sobrevivido. 

Esta poderosa conclusión a la increíble historia de la vida de José, cubierta en catorce capítulos en el libro del Génesis, es realmente una crónica de la providencia de Dios. Un versículo del Nuevo Testamento resume increíblemente bien la historia de José.

Y sabemos que Dios hace que todas las cosas ayuden para bien a los que lo aman; esto es, a los que son llamados conforme a su propósito.
— Romanos 8:28

Al final, los planes de Dios se cumplen para bien, a pesar de lo difíciles que puedan parecer las cosas en ese momento. José fue vendido como esclavo por sus hermanos, maltratado y vivió algunas de las peores experiencias que la vida puede ofrecer, pero su fe nunca flaqueó y el propósito de Dios resultó ser para bien.

La amorosa respuesta de José a la persecución fue:

“Ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios lo encaminó para bien, para hacer lo que vemos hoy: mantener con vida a un pueblo numeroso”.
— Génesis 5:20

La historia de José nos enseña acerca de la providencia de Dios y confirma lo que declara Romanos 8:28, que no hay situación tan mala que Dios no pueda redimirla y sacar el bien de ella.

La gracia de Dios

La historia de José también nos habla de la gracia de Dios, concedida gratuitamente a quienes la piden pero no la merecen. Comienza con el padre de José, Jacob, que fue bendecido de muchas maneras. 

Jacob creyó durante mucho tiempo que sus bendiciones se las había ganado con su astucia, sus conspiraciones y su propio esfuerzo. Después de todo, era el hermano menor que estafó a su hermano mayor Esaú para quitarle su herencia. También fue el hombre que luchó con Dios, que trabajó largos años para conseguir la novia que deseaba, y más aún después de casarse con la hermana equivocada. 

Sus bendiciones de hijos, tierras y esposas no se debían a sus propias acciones, eran bendiciones inmerecidas de Dios, que estaba utilizando a Jacob para sus planes divinos. 

Jacob se da cuenta de ello más adelante, cuando se reencuentra con su hermano Esaú. Relaciona la gracia de la bienvenida de Esaú, después de todo lo que le había hecho a su hermano mayor, con la gracia que Dios le había mostrado a él. Se da cuenta de que Dios le dio bendiciones que no se ganó ni merecía y que él, a su vez, debía dar generosamente, sobre todo a su propio hermano. 

“… Pues el ver tu cara ha sido como si hubiera visto el rostro de Dios, y me has mostrado tu favor. Acepta, pues, mi presente que te ha sido traído, pues Dios me ha favorecido, porque tengo de todo”.
— Génesis 33:10-11

La historia de José ilustra esta misma verdad de otra manera. Él experimentó lo peor que la vida puede ofrecer, no porque lo mereciera o como castigo, sino por circunstancias fuera de su control, para la gloria de Dios. 

Por la gracia de Dios, José fue llamado a vivir una vida increíblemente dura, a la que difícilmente podría imaginar sobrevivir. Pero fue porque Dios lo estaba preparando, entrenándolo a través de experiencias de tal manera que estuviera estratégicamente colocado para salvar a su pueblo de la extinción. 

¿Cómo se aplica esto a mí?

Si observamos la relación de José con su familia, podemos ver un modelo imperfecto. Su padre tiene preferencia por un hijo en comparación con los demás, por no hablar de las hijas, que quedan totalmente excluidas de la narración. Permite que la ira y el resentimiento se propaguen en su casa, entre sus hijos y sus múltiples esposas, creando un ambiente caótico que lleva a perder a su hijo José durante años. 

Está claro que el hogar y la familia de Jacob no son un modelo a seguir. Es un ejemplo de lo que no se debe hacer en muchos sentidos.

Pero la verdad es que todos tenemos padres humanos, imperfectos y con defectos. Ninguno de nosotros se crió en un hogar perfecto, por muy feliz que fuera su infancia. Tal vez guardemos heridas de la infancia, resentimiento por la forma en que nos educaron (o no nos educaron) y heridas que aún hoy nos afectan. Puede ser muy difícil olvidar esas heridas y perdonar a nuestros padres, sobre todo si creemos que no se lo merecen. 

La gracia que José muestra a su familia es un modelo increíble para nosotros hoy. ¿Qué tan doloroso debe haber sido enfrentarse a los hermanos que te vendieron como esclavo cuando eras adolescente, poniendo en marcha una cadena de acontecimientos increíblemente traumáticos que alteraron permanentemente el curso de tu vida? ¿Y luego se espera que uses tu poder para ayudarles? 

Sinceramente, me resultaría difícil mostrarles gracia. Pero José es un modelo de gracia y perdón para nosotros, al recibir a su familia y compartir las provisiones de comida con ellos, a pesar de todo lo que habían hecho para hacerle daño. Y esa es la esencia de la historia de José: la gracia divina para quienes no la merecen.


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Michelle Cruz