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DIOS Y EL DINERO

Por Rachel Kidd

Ya que me gustan las cosas buenas de la vida, a menudo considero las implicaciones del dinero. ¿Qué significa tener dinero y adquirir riqueza como cristiano? Es una pregunta de moral un poco complicada, con tantas rebabas y espinas que parece más fácil simplemente no tocarla en absoluto. 

El dinero es un mal necesario en el mundo moderno. Trabajamos duro para ganarlo, vivimos gracias a él y es casi imposible imaginar cómo funcionaría el mundo sin él. Pero, mi pregunta es ¿a quién sirves? ¿Eres esclavo de tu dinero o para ti es simplemente una herramienta para sobrevivir?

Jesús no fue rico en la Tierra y sus discípulos tampoco. Eran plebeyos normales que realizaban trabajos exigentes físicamente. Durante el ministerio de Jesús, fueron nómadas, viajando a menudo a pie de ciudad en ciudad a lo largo de Israel. Con frecuencia estaban sucios, hambrientos y dormían bajo las estrellas. Hoy en día, podrían ser de los que eternamente viven en su furgoneta destartalada y que recorren el globo en ella, bañándose en arroyos y rutas de senderismo. Su objetivo no era adquirir la mayor riqueza, sino vivir teniendo una relación con los demás y difundir el evangelio. 

Versículos sobre el dinero 

Muchos de los versículos sobre el dinero en los Evangelios se encuentran en Mateo, quien solía ser un recaudador de impuestos. Los recaudadores de impuestos de esa época eran famosos por ser corruptos, robaban a los pobres y se llenaban los bolsillos. Mateo, quien alguna vez fue un acaparador de riquezas, dejó todo atrás para seguir a Jesús y abrazó una vida de pobreza piadosa. 

Un hombre rico habló con Jesús y le preguntó cómo podía ser bueno. Jesús primero le dice que guarde los mandamientos. El hombre está de acuerdo y le responde que guarda los mandamientos. Jesús luego le dice que podría vender sus pertenencias y dar las ganancias a los pobres para que pueda seguirlo. Entonces el hombre se va desanimado porque no puede decidirse a vender sus muchas pertenencias. 

Estaba tan apegado a sus posesiones, riquezas y estatus, que los eligió sobre Jesús. Como no pudo ver más allá de sus cosas tangibles y terrenales, rechazó la gloria eterna en el Cielo. Y eso es de lo que Jesús les advierte a los discípulos, al decirles que es difícil para los ricos entrar en el Reino de los Cielos. Los pobres en la Tierra tienen poco que perder y mucho que ganar, al luchar por una recompensa que no pueden obtener en la Tierra. Sin embargo, los ricos se sienten seguros en su dinero y en su vida en la Tierra, y les resulta difícil renunciar a él solo por la promesa de una recompensa intangible. 

Varios discípulos renunciaron a sus medios de subsistencia como pescadores para seguir a Jesús. Aunque no eran insignificantes, sus ganancias probablemente eran escasas. No obstante, Jesús les promete que serían recompensados en el Cielo por su fidelidad con doce tronos, donde los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos. 

 

Al igual que el hombre rico no podía separarse de su riqueza para seguir a Jesús, este versículo nos dice que no podemos ser seguidores de más de un señor. No podemos amar tanto el dinero que nuble nuestra fe. Cuando sirves al dinero, tu vida no tiene espacio para nada más. 

Vivir para las riquezas oscurece tu visión, lo cual dificulta ver dónde podrías estar perjudicando a los demás, en particular te ciega a la explotación de otras personas en la industria. Cuando el objetivo es simplemente ganar la mayor cantidad de dinero posible sin tomar en cuenta las consecuencias humanas y ambientales, se puede destruir mucho. 

Los que entienden lo que significa tener hambre pueden apreciar mejor sentirse llenos y satisfechos. Los que entienden la pobreza —no tener una vivienda segura—, pueden apreciar mejor tener refugio y estar cómodos. Dios ve a las personas que no tienen mucho y les promete más en el Cielo. Ve su dolor en la Tierra y les promete una solución eterna, una que pueda ser entendida y apreciada más plenamente por los que han tenido carencias. 

Los acaudalados no pueden apreciar verdaderamente la promesa del Cielo en este sentido, porque ya están a salvo y seguros. Si bien pueden disfrutar de la riqueza de la vida eterna, simplemente no pueden estar agradecidos de la misma manera que los pobres. Los que han luchado y sufrido van a ser los destinatarios más agradecidos de esta abundante gracia. 

Por supuesto, el dinero hace girar al mundo, como dicen. Pero, creo que Jesús levantó a los más vulnerables y pobres de nosotros, entendiendo su más profundo aprecio por la promesa del Cielo. Nos pide que vivamos de tal manera que estemos viendo hacia la eternidad, buscando recompensas en el Cielo en lugar de cuántas casas podamos poseer o carteras puedan adornar nuestros armarios. Estas riquezas pueden perderse fácilmente a manos del tiempo, los ladrones o el deterioro. Sin embargo, nuestras recompensas celestiales por la fidelidad y la compasión son eternas y perpetuas. 

Sin importar lo mucho que disfruto las cosas buenas, espero que mi atención se centre menos en lo material y más en mi relación con Dios y con las personas que me rodean. No creo que Jesús nos esté llamando a todos a ser nómadas para Él, sino más bien a que nos enfoquemos en lo que está afuera de nosotros y a que nos aseguremos de estar sirviendo primeramente a Cristo, y no al dinero. 


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