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DESCUBRIENDO EL TEMPLO

Por Kevin Richard Ph. D., Gerente Editorial de Foundations de ICM

Con una historia tan grande como la de la Biblia, puede ser difícil ver cómo se unen las diferentes partes. Se ha sugerido que hay cuatro actos principales que se desarrollan en las Escrituras: la Creación, la Caída, la Redención y la Restauración. Si bien estas cuatro categorías nos ayudan a ver temas significativos en la Escritura, pensar en la Biblia de esta manera simplificada crea dificultades cuando tratamos de dar sentido a otras partes de la Escritura que no parecen encajar bien en estas cuatro grandes categorías. ¿Qué hay del huerto de Edén? ¿Qué hay de los tabernáculos y los sacrificios? ¿Qué hay de los templos y los sacerdotes? ¿Qué hay del papel de Israel en el plan de Dios? ¿Qué hay del Mesías? Y la lista podría seguir...

Volvamos al principio

Las buenas noticias son que esta dificultad puede aminorar cuando descubrimos un tema central que une todas las Escrituras... desde el principio hasta el final. Sin embargo, para hacer eso, para descubrir ese tema faltante, debemos buscar en el principio, ya que ahí es donde el tema entra en la historia. El relato de la Creación en Génesis 1-3 habla de cómo Dios creó el mundo y el propósito o función que le da. La forma en que la historia de la Creación se enseña a menudo hoy se encuentra desconectada del contexto original. Quedamos atrapados en todo tipo de debates y perdemos uno de los aspectos más importantes del relato de la Creación, el tema que ayuda a unir todas las Escrituras: el establecimiento de Su templo por parte de Dios.

Para resaltar la desconexión, considera esta pregunta: ¿cuál es el día más significativo de la semana de la Creación de Génesis 1? Si le preguntamos a una sala llena de cristianos modernos, la respuesta quizá sería el Día 6 porque en ese día Dios hizo al hombre del polvo de la tierra y sopló Su vida en él (cf. Génesis 2:7). El sexto día de la Creación es sin duda significativo, ya que habla de un tipo especial de creación y de un tipo de criatura personal que fue hecha a imagen y semejanza de su Creador (Génesis 1:26-28). Pero ¿será eso correcto? ¿Es el día más significativo? Cerca, pero no del todo.

El día más significativo de la Creación es el Día 7. Esto quizá dé pie a que en tu mente te rasques la cabeza, y con toda razón. Este día de la Creación no encaja bien en la narrativa moderna, y a menudo termina siendo un día «desperdiciado». Pero tiene sentido que esto suceda, ¿no? Dios es todopoderoso y no necesita «reposo» (heb. shabat). Crear el mundo no estaba agotando Su poder, así que, ¿por qué necesitaba descansar? A menudo oirás decir que el Día 7 es solo un ejemplo para nosotros porque nosotros necesitamos el reposo. Según este punto de vista, Dios nos dio el ejemplo de cómo vivir la semana, que incluye el reposo del sábado. No obstante, esta línea de pensamiento pierde el énfasis principal del Día 7. Si bien el texto dice que Dios «reposó», no significa que Dios necesitaba tomarse un descanso, significa que estaba cesando de Su obra: había terminado, estaba completa. Había creado orden y belleza a partir de la oscuridad y el caos. Había creado un espacio sagrado en el cual vivir con la humanidad. ¡Dios había hecho Su templo!

Verás, una de las claves para desbloquear el significado de la historia de la Creación es la conexión de los huertos con los «espacios sagrados» o «templos». En Génesis 1, la Tierra es descrita como «desordenada y vacía» mientras el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Había oscuridad sobre la Tierra y aún no era adecuada para la vida. En el lector antiguo, este lenguaje habría evocado temas de caos y desorden. En el contexto del Medio Oriente Antiguo (ANE, por sus siglas en inglés), las aguas (incluidos los océanos) constituían un símbolo de caos. Por lo tanto, a medida que el Espíritu de Dios se mueve sobre este mundo de caos y desorden y comienza a crear, produce orden a partir del caos. En medio del caos y el desorden, Dios crea en Edén un huerto exuberante que rebosa de vida y aquí es donde reside el significado. En el contexto del ANE, los huertos (así como las montañas) a menudo eran vistos como espacios sagrados o templos; lugares donde moraban los dioses. Es fácil ver que la gente antigua habría hecho esta conexión. En una cultura en gran parte agraria, un huerto exuberante es un lugar de abundancia, sostenibilidad y, lo más importante, vida. La fuente de este sustento estaba conectada con el poder de dios o de los dioses a quienes las personas asociaban como creador o creadores.

Pero ¿por qué un templo es tan importante? En el contexto del ANE, el templo era la morada de los dioses. El templo no contenía a los dioses, como si un mero edificio pudiera hacer tal cosa; más bien, era el lugar donde los dioses podían encontrarse con el hombre. Había un sentido en que el templo era el lugar de la presencia divina específica: un espacio sagrado, un lugar donde el cielo y la Tierra se encuentran. El templo también era un lugar de culto ritual. La adoración de los dioses se llevaba a cabo en el templo como actos de devoción y reverencia. Por lo tanto, el huerto no solo era considerado un lugar para relacionarse con Dios, sino un lugar para adorarlo. 

Otro tema relacionado se vuelve importante aquí: el tema del hombre como portador de la imagen de Dios. En cuanto Dios establece Su templo en la Tierra, y el huerto como el primer espacio sagrado, vemos el propósito del portador de la imagen. Dios coloca al hombre en Su espacio sagrado y le encarga que lo cuide y lo amplíe (Génesis 1:28). Sin embargo, casi de inmediato este nombramiento del portador de la imagen plantea un problema potencial en la narrativa. Si el plan de Dios para la creación era tener un espacio sagrado en el cual habitar con la humanidad, ¿fracasó el plan de Dios? Ya en el tercer capítulo de la narración, los portadores de la imagen desobedecen al Creador y son expulsados del huerto (Génesis 3:1-24). No cumplen fielmente su función y son castigados. ¿Qué hay del plan de Dios? ¿Qué hay de Su intención de tener una relación con la creación? Este es el principio bello y trágico de la narrativa redentora de la Escritura. Trágico en el sentido de que el fracaso del hombre trajo separación, pecado y muerte, pero hermoso en el sentido de que el plan de Dios no había fallado, Él no renunciaría a Su creación.

Uniéndolo todo

El tema del templo es central en el mensaje de la Biblia. Una vez que lo vemos en Génesis, la narrativa del templo forma un tema unificador a lo largo de toda la historia de las Escrituras. Desde Génesis 3 en adelante hasta el final, la historia de las Escrituras se trata del plan de Dios para restaurar la unión que se perdió cuando la humanidad fue sacada del huerto, expulsada del templo. A lo largo de la Escritura, podemos ver cómo una y otra vez, Dios estableció el templo con Su pueblo. En el desierto fue el tabernáculo. Con los reyes de Israel fue el templo de Salomón y más tarde el de Zorobabel. Hubo momentos en que el pueblo de Dios no fue fiel y el templo fue destruido y la presencia de Dios se volvió en cierto sentido distante o lejana. Pero después de un largo período de espera y distancia, Dios regresó e hizo su tabernáculo con el hombre de la manera más distintiva y profunda: la encarnación del Hijo, el Verbo hecho carne, Jesucristo (Juan 1:1-14). En Jesús, Dios y el hombre se unen de una manera única. Es al mismo tiempo Dios y el portador de la imagen. Asume la función que el primer portador de la imagen, Adán, no pudo cumplir. Demuestra su dominio sobre la creación y establece el Reino de Dios, un Reino que espera el tiempo en que el templo será plenamente restaurado en los renovados cielo y Tierra (cf. Apocalipsis 21).

En Cristo, la relación entre Dios y el hombre es restaurada, el cielo y la Tierra se vuelven a unir. El papel del portador de la imagen ha sido redimido. Los que son parte del pueblo de Dios tienen un propósito renovado como portadores de la imagen en el Reino de Dios. Empoderado por el Espíritu de Dios, el cuerpo de la iglesia es comisionado para ser esa ubicación del espacio sagrado que vemos por primera vez en el huerto. De esta manera, una comunidad de creyentes que están comprometidos con amar a Dios y a los demás (Mateo 22:37-39) son el templo (1 Corintios 6:19-20). A través del Espíritu de Dios, es nuestro amor por Dios y por los demás lo que sigue uniendo el cielo y la Tierra. Parte de la función de la iglesia entonces es ser curadores del espacio sagrado en un mundo oscuro de caos y desorden. Es responsabilidad de la iglesia compartir las buenas nuevas de quién es Jesús y lo que ha hecho, e invitar a la gente a este espacio sagrado.

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